Aunque el talento de To ya lo conocemos, y es capaz de funcionar en obras de tan distintas características como Election o Life Without Principle, e incluso en sus esporádicas incursiones dentro de la comedia romántica, lo cierto es que al cineasta de origen hongkonés siempre se le prefiere tras uno de esos thrillers donde policías y mafiosos se ven las caras, y la camaradería no tarda en hacer aparición dibujando unos personajes que, ante todo, siempre muestran su cara más humana.
Con un arranque que no da tregua y nos sitúa en el epicentro de la acción, abriendo tres frentes en los que, mientras un traficante de drogas se estrella con su coche en el escaparate de una tienda, un par de sicarios que transportan un camión con sustancias ilegales son vigilados por una patrulla de secretas, y un policía encubierto detiene a una “mula”, To otorga las señas que darán forma a esta Drug War, un trepidante thriller marca de la casa donde no faltan esos tiroteos tan habituales en el cine de To, y todavía menos ese tipo de personajes tan característicos de su cine.
De hecho, se podría decir incluso que la relación central que establece To entre ese policía encubierto y ese traficante al que conseguirán capturar tras un infructuoso intento de huida, no es quizá la parte más sólida del film en cuanto a personajes se refiere, en especial si uno tiene en cuenta el vínculo de ese traficante con sus lacayos, que el autor de Breaking News refuerza con una secuencia soberbia donde el espectador es capaz de entender el nexo tan particular que les une y, a la postre, las decisiones que tomará el jefe de la banda a posteriori, poniendo incluso en peligro su propio pacto.
Como es habitual en el cineasta hongkonés, es capaz de superponer esas relaciones al peso de la trama sin dejar por ello que el relato central pierda enteros. De hecho, construye a la perfección ese periplo que sigue a ambos protagonistas y combina con eficiencia tanto las secuencias de acción más espectaculares como esas partes más dramáticas que nos conducen a las mismísimas entrañas de sus personajes.
Ayudada por unas interpretaciones que dotan de mayor entereza al film, en especial gracias a su pareja de protagonistas —tanto un Sun Honglei capaz de mimetizarse en más de un personaje con especial atención a ese traficante llamado Haha, como Louis Koo, que desvela sus cicatrices interiores en momentos de una intensidad arrolladora—, Drug War intensifica sus esfuerzos en un último tramo donde descubrimos a dos de los mejores personajes que ha creado To (esa pareja de sordomudos, que minutos antes se habían descubierto ante su jefe con un emotivo gesto) en los últimos años, y asistimos a algunas de las secuencias de acción más potentes de los últimos tiempos.
Quizá se le podría achacar al cineasta que teniendo en sus manos tanto momentos imponentes que recuerdan a sus mejores películas (de hecho, esa camaradería que mencionaba, remite a una de sus mejores obras, Exiled), como personajes sobre los que sabe ahondar en apenas unos segundos, Drug War resulte un poco más seca de lo que se podría intuir en un principio, y es que si bien thriller, envites dramáticos y trama funcionan sin peros, su conclusión resulta un tanto más disuasoria en el segundo apartado.
Una conclusión de la cual se podría hablar largo y tendido (¿cierra filas To entorno a la temática que abarca? ¿hay intención de tomar posturas en una secuencia que bien podría simplemente omitirse?), y que además de helarle a uno la sangre, dispersa los efectos de otro notable thriller de un autor que no se cansa de sorprender, y que si con Blind Detective lograba incluso mayor empatía entorno a sus dos protagonistas, aquí quizá marra en un cierre que tampoco le discutiremos, pero siendo sinceros contrae el tono de una obra que hasta ese momento funcionaba de maravilla.
Larga vida a la nueva carne.