Hablar de la droga es introducirse en un terreno peliagudo, con independencia de cuáles de sus causas y/o consecuencias a tratar. Tal cosa se debe a la enorme diversidad de opiniones sobre este asunto, que van desde su propio consumo hasta la tipología de las drogas, pasando por todo el conglomerado político, legal y económico que agita su mera presencia en el panorama social. Droga oral es un documental dirigido por la cineasta española Chus Gutiérrez (autora de cintas como Insomnio o Poniente, entre otras) que persigue dar respuesta a esta inmensa cantidad de preguntas utilizando una vía muy sencilla: que sean los propios protagonistas quienes tengan la ocasión de contestar.
Personajes de muy variado carácter y oficio van aportando pistas sobre lo que es ser un drogodependiente. La propia Chus Gutiérrez confiesa en voz alta un turbulento capítulo de su pasado al consumir este tipo de sustancias. Como era de esperar, hay opiniones para todos los gustos, aunque, a tenor de lo comentado en el primer párrafo, uno de los protagonistas nos da la clave para comenzar a entender el asunto: opinar de las drogas sin haberlas consumido conlleva pecar de ignorante. El hombre hace referencia, sobre todo, a la clase política y su poca implicación en este tema, pero lo cierto es que podríamos extenderlo a toda la gente: ¿cómo podemos siquiera conocer la mínima parte de lo que implica tomar drogas?
Chus Gutiérrez dispone una reunión que casi parece de amigos. El tono informal está presente en todo momento, ya que la propia directora va introduciendo diversas tomas en las que se ve al equipo charlar distendidamente e incluso bromear. El estilo de Gutiérrez, aunque parece aséptico en ocasiones al dejar mucho espacio a los entrevistados, se torna en bastante cercano al espectador cuando le ofrece estos momentos íntimos que comparten entre personas implicadas en una misma cuestión (que no en la misma causa), además de mostrar su rostro tras las cámaras en no pocos momentos.
Se agradece no ver situaciones demasiado exageradas. Los llantos, en todo caso, deben producirse en la mente del espectador al ser testigo de cómo unas cuantas vidas han quedado muy tocadas por la droga. En este sentido, goza de una especial importancia lo referente al post-visionado, cuando llega el turno de pararse a pensar cuánto conocíamos sobre las drogas antes y después de ver este documental. Construir un espacio de reflexión de esta manera deja bastante tocado el aspecto dramático, pero se profundiza en lo verdaderamente importante: el análisis de la cuestión desde una perspectiva humana.
Gutiérrez estructura Droga oral de modo que va creando bloques a lo largo de la hora y media que dura el documental. Cómo comenzó cada uno a drogarse, qué consecuencias tuvo para su vida, qué le diría a las nuevas generaciones… Y, al final, se abre el debate más complicado de todos: la legalización o no de las drogas. Salen a escena las dos posturas clásicas: legalizar la droga supondría eliminar todos los intereses del mercado negro que surgen a su alrededor, aunque tiene el más que importante peligro de ser más accesible; no legalizarla, supondría mantener una situación que en ciertos lugares y momentos ha llegado a ser insostenible. Pero lo realmente importante aquí es lo que venimos comentando: debaten aquellos que están capacitados para debatir, porque conocen el objeto, porque lo han explorado hasta sobrepasar los límites, porque ha cambiado radicalmente su vida (por desgracia, casi siempre para mal). La droga se define de esta manera, y por eso este documental seguramente sea mucho más sugerente para las personas que la han consumido, especialmente aquellas que la han padecido.