Después de Bone Tomahawk y de Brawl in Cell Block 99, las expectativas con la nueva película de S. Craig Zahler estaban muy altas y, además, salpicadas por una cierta expectación al ampliar sus ya de por sí extensos metrajes. Primero fue el western salpicado de terror, luego el drama carcelario de extrema violencia, dos muestras temáticas que indican que a Zahler no le gusta transitar por lugares comunes y sí moverse por aquellos espacios que el género puro muchas veces deja en un fuera de cámara global. Dragged Across Concrete es quizás su incursión más centrada, dedicándose en exclusiva a la construcción de un thriller de apariencia arquetípica.
Está claro, sin embargo, que con el director americano uno sabe que precisamente no encontrará tópicos manidos o, al menos, no enfocados como tales. En el fondo Dragged Across Concrete se mueve, como su director, en un universo emplazado entre el cine de autor y el género más puro. Por eso mismo encontramos una película de factura clásica donde la ‹buddy movie› tradicional adopta tintes casi filosóficos, una película con sus explosiones de violencia, pero que básicamente se construye desde los tiempos muertos.
Las conversaciones constantes entre personajes son el eje que utiliza Zahler para definirlos fundamentalmente desde una perspectiva ética. No se trata tanto de la multireferencialidad tarantiniana sino de dibujo de precisión. Con ello no se persigue tanto generar empatía (de hecho los personajes son todos bastante turbios y antipáticos) sino comprender cada uno de los actos y decisiones que toman. En este sentido podemos hablar de película milimetrada, de trabajo de cirujano de las emociones humanas.
Temáticamente nos hallamos ante una obra que resalta paradójicamente al hombre de acción, a aquel que se siente vilipendiado y —perdón por la expresión— puteado por el trabajo, por el poco reconocimiento, por un mundo que cada vez entiende menos y que en correspondencia le entiende menos a él. Se loa pues una actitud, que erróneamente se puede tachar de reaccionaria, del yo contra todos, de la guerra de un solo hombre basada en unos valores discutibles pero sólidos. De hecho el castigo en la película es para la inacción (con broma interna a costa de Jennifer Carpenter) y para aquellos que pierden todo atisbo de humanidad (solo hay que ver como están representados los atracadores en cuanto a actos, gestos y atuendo).
Por ello, y si hubiera que definir con una sola palabra la película de Zahler, estaríamos ante un film perfecto en cuanto a diseño, planificación y ejecución. Una traslación impecable de una película cerebral al celuloide. Zahler se confirma como uno de los directores (autores) más sólidos del panorama actual, con unas propuestas que distan de ser marcianas y sí de personalidad muy marcada. Un trabajo este Dragged Across Concrete que se sitúa un peldaño por encima de sus dos anteriores obras por lo que atisbamos un ‹work in progress› que parece, y deseamos que así sea, no tiene por el momento un límite visible y sí mucho camino por recorrer.