Las voces que nos llegaban tras los pases en Cannes y Sitges de la última película de Dario Argento, nos prevenían ya del producto que teníamos entre manos. Y es cierto que el director italiano, parece que a sus más de setenta años, ha perdido todo el talento que demostró tener desde su debut con la notable El Pájaro de las plumas de cristal. Su versión de Drácula en 3D es un completo esperpento, una de las películas más ridículas que nos hemos podido encontrar en mucho tiempo, y de no ser por el nombre de su director y la producción de un Enrique Cerezo, que además también firma parte de la autoría del guión, esta película ni siquiera hubiera pisado los cines. Pero pese a todo lo malo que fácilmente podamos decir de ella, que es mucho, lo cierto es que al final de su visionado tenemos la sensación de que hemos disfrutado más de su particularísimo Drácula que con la gran mayoría de las películas de terror que suelen pisar los cines durante el resto del año. Y es que si se ve con ganas de verdadero cachondeo, Drácula 3D se convierte en todo un hallazgo.
La historia nos la conocemos, y pese a algunos evidentes cambios, lo cierto es que Argento siempre trata de ser bastante fiel al texto de Bram Stoker. Pero lo que sin duda la estigmatiza es un guión completamente ridículo. Conversaciones pomposas que provocan más de una carcajada involuntaria por su inútil intento de resultar trascendentes. Un texto que realmente está a la altura de una función de colegio, acompañado de unas actuaciones de lo más demenciales. Empezando por un Thomas Kretschmann que parece querer mimetizar todos los gestos de Liam Neeson, un Unax Ugalde cuya aparición provoca unas cuantas carcajadas (más), y un elenco femenino que se pasea desnudo durante la mayoría del metraje. Por supuesto entra entre ellas una Asia Argento, que nos deleita con una de las actuaciones más sonrojantes (atención al momento de su ataque vampírico) y que su padre vuelve a desnudar, en esa filia incestuosa que tan perturbadora nos resulta.
Pero seamos justos, en manos de cualquier otro realizador, posiblemente este Drácula sería simplemente un bodrio. Argento, que aunque ha perdido bastante la cabeza no la ha perdido del todo, se muestra capaz de convertir todo esto en un bodrio encantador. Un chiste de película que cabreará al que se la tome en serio, pero al que vaya con un espíritu guasón a verla descubrirá que tiene mucho donde disfrutar. Así, pese a un 3D, que todo sea dicho, resulta bastante logrado para lo que es el conjunto total de la película, dando un fantástico sentido de profundidad a toda la película, su ridícula iluminación y sus decorados de cartón piedra, lejos de convertirse en algo negativo, aparecen como un conducto salvador que nos remiten inevitablemente a una serie B rancia y casposa, como si este Drácula fuera un producto de la extinta Fantastic Factory. No faltan los toques de gore italiano, en alguna escena de lo más divertida como cuando Drácula arrasa en el bar. E incluso la complicidad del espectador, cuando tras asistir estupefactos a la aparición de una mantis gigante, llega la que posiblemente sea la única frase brillante de todo el guión, cuando una de las protagonistas lanza la misma pregunta que se hace cualquiera que esté viendo la película: «¿Qué es lo que acabo de ver?».
Pero lo mejor de todo llega en su tercio final, con la aparición de Rutger Hauer haciendo de Van Helsing, dispuesto a repartir hostias a diestro y siniestro. Su aparición se convierte en todo un éxtasis para el espectador que no ha parado de reír durante la película, es ahí cuando la película se despendola (aún más) del todo. Ya no hay lugar para la seriedad, las frases que antes nos podían parecer ridículas, nos hacen empezar a pensar que todo en realidad se trata de un chiste tan sutil, que somos pocos los privilegiados que nos hemos llegado a dar cuenta de ello. Cuando Drácula acaba dos preguntas nos asaltan la mente de forma inmediata, ¿Qué es esto que acabo de ver? y ¿Cómo lo he podido disfrutar tanto? Porque Drácula 3D es el mayor ejemplo de que una película puede ser tan mala que la haga resultar buena. Es cierto que poco tiene que ver este Argento con el que un día firmó obras maestras como Suspiria, pero pocos habrían sido capaces de convertir ese esperpéntico guión en una película tan demencialmente disfrutable.
Escrito por Juanma de Miguel