La distancia entre locura y genialidad es una cuestión recurrente en el cine. En el caso de Dom Hemingway, película británica dirigida y escrita por Richard Shepard (realizador de Descubriendo a John Cazale o La sombra del cazador y colaborador de la serie Girls), el debate se eleva a grandes cotas, puesto que resulta difícil discernir si estamos viendo una película rompedora, rítmicamente frenética y poderosa en su desarrollo o una tomadura de pelo cualquiera. Ya desde la primera escena, que nos muestra a un Jude Law descamisado alabando a su miembro viril usando todas las comparaciones habidas y por haber, parece evidente que estamos ante un filme ante el que pocos podrán mostrar indiferencia.
Dom Hemingway es un tipo que ha pasado los últimos 12 años en la cárcel tras hacer un encargo para su supuesto jefe, un tal Fontaine. En tal lapso temporal se ha perdido acontecimientos clave como la muerte de su mujer o el crecimiento de Evelyn, su única hija. Pero tras ajustar las cuentas con cierto personaje, lo único que pretende Dom es que Fontaine le devuelva el favor (en forma de dinero, claro está) por haberle sido leal.
Quien interpreta a este hombre no es otro que Jude Law, en un papel que se podría considerar algo pasado de rosca en otro contexto, pero que sinceramente pega bastante bien con el sino de esta película. Dom es un tipo con una grandísima autoestima, un hombre brutalmente rudo, que suelta un par de tacos en cada frase y que intenta resolver todo de manera violenta. Seguro que el actor británico tuvo que hacer un gran esfuerzo para caracterizar a un ser tan despreciable y sin embargo tan magnético como éste. Desde sus cuerdas vocales hasta sus arrogantes andares, la composición del personaje es magnífica.
Adentrándonos en lo que es el guión, la sustancia argumental que nos quiere ofrecer Shepard, hay que decir que tampoco hay demasiado que rascar. Tenemos al mencionado protagonista con su fiel amigo Dickie, al jefe Fontaine con su bella novia y a algunos personajes más (la hija, interpretada por Emilia Daenerys Clarke sale en cuatro escenas mal contadas). Todos ellos se verán envueltos en palizas, robos, asesinatos, fugas, etc. Es decir, el típico cóctel que se espera en una película con aires mafiosos como ésta.
Siendo sensatos, la película parece pretender alzarse como un enloquecido esparcimiento, en la cual escenas agitadas, verborreas delirantes, colores llamativos y un sinfín de canciones imponentes tronándonos los oídos son su principal atracción. La verdad es que es un producto destinado al entretenimiento, no tiene ínfulas de grandiosidad y en esta ocasión se agradece bastante, porque de lo contrario las apariencias no engañarían a nadie.
Hay que tener claro antes de ver Dom Hemingway que es posible que alguna escena pueda resultar excesivamente burda o grosera. Ya relatábamos anteriormente cómo era la primera escena de la película, un comienzo tan original como recargado, cuya duración se prolonga bastante y seguro que a varios ya les dejará con mala predisposición respecto a la hora y media de película que todavía resta. Pero sería injusto tachar de innecesarias escenas como ésta, porque si tenemos en cuenta la psique del protagonista es totalmente normal que se comporte de esta manera. ¿O es que un tío que ha pasado 12 años en la cárcel va a hablar de física cuántica? Por lo tanto, el problema radicaría en la propia esencia de la película, que no a todos les parecerá adecuada y/o oportuna. Están en su derecho y además es una postura muy entendible. Igual de entendible, sin duda, que los que quieren sentarse hora y media delante de pantalla para echarse unas risas y disfrutar con cada escena, oportunidad que esta película ofrece en su máximo esplendor.