Diego Lerman… a examen

En la crítica de Refugiado, escribe una de mis compañeras que Diego Lerman admira al eterno femenino y describe con sensibilidad e inteligencia un microcosmos de mujeres. Lo cierto es que se puede decir que el de Buenos Aires es un cineasta no femenino, pero sí feminista. Todas sus películas tienen el alma de la mujer como nucleo. Desde aquella primera Tan de repente de hace más de una década hasta Mientras Tanto, el bello sexo siempre es parte protagonista y fundamental de sus películas.

Especialmente interesante resulta su anterior largometraje antes del estrenado esta semana, La mirada invisible. Un film que sirvió para mezclar ese universo femenino y feminista de Lerman con la historia de la dictadura argentina, y permitió que muchos descubrieramos a uno de los grandes talentos interpretativos del país andino como es Julieta Zylberberg.

En la cinta, Zylberberg encarna a Marita, una preceptora del Colegio Nacional de Buenos Aires en 1982. Es una época de represión, donde la disciplina casi castrense es uno de los valores a potenciar. Marita vive en su burbuja, ateniéndose a las estrictas normas en su lugar de trabajo y en un micromundo en su vida personal, ya que vive con su madre enferma y su abuela. Como vemos, el mundo femenino de Lerman está presente… toda la película se cuenta entre voces femeninas, los hombres aparecen como entes lejanos.

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Quizá, y esto es una mera opinión, la fascinación del cineasta por las féminas viene porque le permiten expresar mucho mejor los conflictos internos de los personajes, son seres muchos más complejos que sus congéneres masculinos. De este modo, Marita representa primero el sometimiento y luego las pequeñas libertades. Es como la metáfora del país regida en un pequeño universo que es el colegio, y en otro microcosmos como es la cabeza de su protagonista.

De este modo, aunque avisada por sus superiores de que la clave de la disciplina es la eterna vigilancia e intentando cumplir con su trabajo, Marita sigue un ligero rastro de tabaco para, en palabras de su jefe, evitar la subversión que aparece con los pequeños actos. A partir de una pequeña historia cotidiana que, para bien o para mal, Lerman construye. Ella se convierte en la mirada invisible, siempre alerta para detectar infracciones. Los planos, con muchos recursos del cinema verité, otro clásico del director, se convierten en una extensión de la mirada de la intérprete.

La mirada invisible

Pero este hecho de convertirse en la mirada vigilante aviva el conflicto interno de la propia Marita, que se va dando cuenta de que hay un mundo más allá de las normas y la disciplina, un mundo por descubrir. Los dos mundos entre los que se debate la profesora aparecen representados por los personajes masculinos: su jefe, Osmar Núñez, paradigma de la disciplina férrea, y un alumno, Diego Vegezzi, símbolo de la libertad, el peligro y lo desconocido.

Un final grandioso y medianamente sorpresivo corona muy bien una película bastante interesante. El gran trabajo de Osmar Núñez como secundario no aspira a alcanzar en ningún momento el trabajo de Julieta Zylberberg, que es más de media película. Se puede decir que Diego Lerman, con mayor acierto o menos, intenta buscar un nuevo enfoque para temas que ya están bastante manidos. En su última película es la violencia de género. En este caso se inclina más por lo social, dando una curiosa visión de la dictadura argentina… precisamente porque la dictadura aparece como esa presencia que está sin estar, sugerida pero no mostrada.

En cualquier caso, el director apuesta por sus propias historias, dramáticas pero tratando de innovar dentro de los canones del género. Y eso siempre es algo de agradecer.

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