Dheepan (Jacques Audiard)

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Me he dado cuenta con los años de una cosa, y es que cuando salgo de mi entorno (véase ciudad o incluso barrio) tiendo a tener miedo de lo que siempre veo y ni me fijo de que existe. Me refiero a todo, desde a tener que usar los tornos del Metro en un sitio diferente y pensar que me quedaré atravesado, a cualquier otra nimiedad relacionada con el enfrentamiento a cosas nuevas. Pero no es miedo realmente, es otra sensación, como si no te sintieras a salvo, un punto intermedio entre el miedo a lo desconocido y entrar de niño en una residencia de ancianos.

Dheepan, la última película de Jacques Audiard –triunfadora en el Festival de Cannes–, no trata por entero sobre esta circunstancia mental, pero sí que habla sobre la adaptación al medio y su importancia. La problemática que encuentra una persona al vivir fuera de su país, o todas las posibilidades que existen dentro de la frase “acoger nuestras costumbres” siendo un inmigrante. Como si nos rigiéramos todos por las mismas dentro de un país (que ya nos diferenciamos hasta por los barrios).

Por otra parte, Dheepan, que es también el nombre del protagonista de la cinta, es bastante personal en cuanto al tratamiento de este tema. Un hombre finge tener una mujer y una hija (que se encuentra por un campamento) para poder tener el pasaporte de unos muertos y emigrar a Francia. En Francia, como son legales, se cumple el protocolo para refugiados y se les deriva a un barrio del extrarradio de París; es decir, lo mejorcito. Así, los tres protagonistas de Sri Lanka pasarán de la experiencia de una guerra a la convivencia en un barrio marginal en donde quienes mandan son las mafias y sus drogas.

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Jacques Audiard vuelve así al conflicto social, siempre con su impronta visual, que deja bastantes imágenes para el recuerdo pero que no supera la violenta belleza de otros films suyos como Un profeta (que soportaba mucho mejor su largo metraje) o De latir mi corazón se ha parado, aunque en conjunto se podría encontrar cerca del nivel que estas dos, obteniendo aquí también una experiencia sensorial que encuentra en la falta de redención y el exceso de locura producto de la mezquindad humana sus claves. Cine de exabruptos a cámara lenta, oscuro, de intensidades fuera de plano y de personas destinadas a buscar siempre un lugar mejor lejos de lo que son, o de lo que les han obligado a ser.

Pero, al contrario que en Un profeta, para mí mucho más grande y completa, en Dheepan priman más los contextos de la realidad que los del cine. Si bien es cierto que lo que vemos aquí ocurrirá siempre mientras haya algún conflicto bélico alrededor del mundo y otras gentes beneficiándose del mal ajeno, la cuestión que plantea está en averiguar si las personas somos lo que tenemos a nuestro alrededor o nuestro alrededor es el que nos obliga a fragmentar nuestro interior en dos personas bien opuestas (la que convive frente a la que sobrevive). El miedo, no sentirse a salvo ni aun abandonando lo “peor” o no poder comunicarte con los otros y comprobar qué es lo que está pasando, aunque lo veamos con los ojos.

En cualquier caso, acaba siendo un retrato que se queda a medias en su mensaje, porque, seamos sinceros, a mí también me gustaría saber cómo llegan los protagonistas a donde llegan, porque yo ni aun proponiéndomelo podría. Pero también porque la crítica es bastante más básica al final de lo que cabía esperar en un principio. O lo que es lo mismo, su mensaje tiende a dejar indiferente, a pesar de su expresividad.

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