Después de esto
O después de aquello.
Imagino que todo el mundo se ha enterado de lo que ha estado pasando en Colombia últimamente. Resulta que ha ganado el “no” sobre el “sí” en un referendo sobre el acuerdo de paz entre las FARC y el Gobierno colombiano. Afortunadamente para mí, entre mis amigos de Facebook y seguidores en Twitter (aparte de en la radio y en la televisión), ya puedo entender qué está bien y qué no, salvo por el hecho de que he leído opiniones de todos los tipos, unas que dicen que el pueblo colombiano ha decidido no perdonar a unos asesinos, y quienes afirman que el pueblo colombiano ha votado en contra de la justicia social y en favor del conflicto. Y claro, yo que no tengo opinión al respecto (porque no tengo ni idea del tema), me quedo sin saber qué leches significa de verdad, sobre todo en términos explicativos, incluso con lo que respecta a las conclusiones eventuales y a priori lógicas. Sin embargo, hay una cosa que sí me resultó especialmente llamativa: (según explican) las zonas geográficamente más cercanas al conflicto, son las que han votado a favor de la paz y el perdón, y las que menos presente la han tenido, son las que han votado en contra del perdón y la paz. Una lógica macro que, según Magnus von Horn (realizador y guionista de Después de esto), desaparece o se hace opuesta cuando la situación es micro.
Tengo la impresión, últimamente, de que se hacen (o veo) muchas películas que parecen querer conseguir la reflexión del espectador sobre el tema que tratan, pero en última instancia te dan la reflexión para que no pierdas el tiempo pensando por ti mismo, obviando en cierta medida el desarrollo anterior, o precipitando los hechos hasta entonces bien explicados. Te muestran una opción, varias posibilidades, posibles salidas y dudas, para después señalarte las soluciones correctas. Y se acabó. En cierto modo, ese es el caso de la ópera prima de Magnus von Horn (director sueco afincado en Polonia), una obra que cuenta con la fotografía de Lukasz Zal (Ida, 2013) y el protagonismo de Ulrik Munther (exitoso músico sueco), pero que carece de personalidad, a pesar del esfuerzo y de planos de gran belleza formal y plástica, a pesar de sus fuera de campos y sus primeros planos necesarios. Todo parece demasiado encorsetado en lo que está aceptado en la crítica mayoritaria, pero, por algún motivo, está lejos de demostrar y mostrar la personalidad de un nuevo cineasta, de generar interés en una trama interesante, y de transmitir energía, ira o lamento en según qué momentos.
No hace falta entrar a valorar lo que al director le interesa y lo que no, si sería necesario explicar quién fue quién y qué fue qué, no hace falta, pero es suficiente. El protagonista cometió un crimen siendo menor (al parecer un asesinato) y, tras cuatro años recluido, pretende regresar a su casa y volver a la normalidad. Reinsertarse en la sociedad, en un entorno intolerante. El director no se pregunta si el entorno tiene derecho a condenar al criminal, beneficiario de un sistema penal que castiga durante cuatro años de reformatorio a un asesino; el director se pregunta —sutilmente— si en el fondo no todos llevaremos un monstruo dentro, entre otras cosas. Y todo es bastante interesante, al menos hasta que decide tomar partido.
A pesar de todo, los esfuerzos técnicos y morales de von Horn y Lukasz Zal, las reflexiones hechas sobre el arrepentimiento y el perdón, y ciertos momentos especialmente logrados, convierten Después de esto en una película de interés, que muestra una Sociedad ambigua, estática como la dirección, y que no siempre pone su fe en el ser humano ni en Dios (ninguno ha dado las razones suficientes para esto y aquello, según dicen).