Desert Road (Shannon Triplett)

Paradojas temporales y saltos, más que temporales, de fe. Eso es, en efecto, aquello que demandan tantos productos que dan vueltas sobre sí mismos, realizan giros inverosímiles pero hallan el escudo pertinente en las realidades paralelas que se van desarrollando a lo largo y ancho de un marco temporal específico. En el caso de Desert Road, avanzar o retroceder en dicho marco se antoja tan fácil como recorrer un trayecto en concreto, y a la debutante Shannon Triplett no parece importarle demasiado la (poca, aunque interna) lógica —si es que una obra de estas características la tiene… o incluso si es que el espectador se la debería exigir, ya en pleno s. XXI— de su planteamiento si el resultado destila tensión y lo tiene a uno pegado a la pantalla, algo por momentos innegable y que hace de esta modesta y menuda ópera prima uno de esos ‹guilty pleasures› a los que enfrentarse sin prejuicios y sin darle excesivas vueltas una vez culminada la proyección.

Y es que con Desert Road nos encontramos con una de esas propuestas que muy probablemente se desvanezcan en minutos, días a lo sumo, sin dar pie a una gran disertación —a lo sumo, pequeña, pues no hay mucho más allá de la paradoja con que remata la cineasta su debut— o a rememorar aspectos de un film que en realidad es tan básico y elemental como práctico y eficaz. Es decir, aquello que propone Triplett en su primera toma de contacto con el medio no deja de ser un ABC conocido y, por tanto, simple, incluso ciertamente ingenuo a ratos a poco que uno haya ahondado en el género y conozca sus mecanismos, pero al mismo tiempo lo aborda con esa sencillez que casi podría decirse que termina siendo su mejor arma: la intención de no complicarse en exceso, logrando que la narrativa fluya con una naturalidad palpable y que hasta de sus escenarios, remitiéndonos a lugares comunes, se deslice una incertidumbre que en ocasiones deriva en tenso ejercicio, hace de Desert Road una de esas experiencias tan certeras como disfrutables, que a la par transpiran un magnetismo no siempre fácil de condensar en pantalla.

Triplett se muestra, pues, como una cineasta capaz de fagocitar el género sin necesidad de grandes alardes. Nos encontramos con un film que podríamos definir como competente en todo momento, que por encima de cualquier cosa demuestra un manejo del medio pertinente, haciendo del montaje una de sus claves, consiguiendo sostener con eficacia una puesta en escena sin excesivas complicaciones, y otorgando el peso oportuno a un elenco que, sin una gran exigencia, resuelve con creces los pocos retos planteados por el relato. Estamos, en definitiva, ante un artefacto que no precisa lucir en aquello que podría antojarse primordial, pues conoce a la perfección como lograr que su adictiva exposición se traslade a cada uno de los recovecos de esa crónica acerca de una muchacha atrapada en un desierto que no parece tener fin; y, mejor todavía, que sabe emplear los dispositivos adecuados para que el misterio inicial anide en el fantástico, y este vire en torno a un thriller de lo más efectivo —a destacar el empleo que realiza de los distintos recursos en esa secuencia en la fábrica— para terminar dando pulso a un poso dramático que concreta las intenciones de su autora, logrando que con Desert Road lo difícil resulte fácil y “sólo” haya que disfrutar de un estimulante pasatiempos. Como si fuera fácil.

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