El viaje de una delegación israelí a Polonia para visitar algunos de los lugares más representativos del Holocausto sirve a un grupo de alumnos como modo de confrontar sus sentimientos y, quién sabe, su identidad. Pero Fritsch, Nitzan e Ido, los tres protagonistas de esta Delegation, que es a su vez la ópera prima del cineasta israelí Asaf Saban, tienen muchos más sentimientos que confrontar, y es que así la edad lo requiere.
Aquello que pudiera parecer por momentos un contexto inerte, que no termina de trazar debidamente una conexión con el relato de tres jóvenes adolescentes y su forma de moverse, mirar e incluso huir ante un marco afectivo no siempre correspondido, en especial por una cercanía que da pie a explorar la amistad en todas sus otras vertientes, pero no es entendida más allá, se estructura en alguna ocasión como un entorno desde el que explorar algo más que las idas y venidas de sus personajes centrales.
Si bien es cierto que Saban lanza reflexiones de lo más oportunas, más allá de esa mentada confrontación, estableciendo matices interesantes acerca de cómo los símbolos y discursos no siempre poseen las capacidades que se les asumen, la realidad es que Delegation nunca llega a encontrar un itinerario lo suficientemente consistente como para que todo posea la cohesión deseada y, a ratos, algunos de sus pasajes no parezcan tan deslavazados como lo terminan estando: y es que, comprendiendo cierta intencionalidad, el cineasta nunca logra tejer un relato donde el todo sea compacto y, lo más importante, se sienta vinculado a su eje central.
Aquello que no consigue como desearía Delegation, por exponer algo que podría dar más de sí de forma indudable, sí se refleja en ese pequeño pero acerado vaivén que impulsan sus protagonistas, pues si en algo parece acertar por completo el aquí debutante es en la focalización de unas relaciones que evidencian sus bondades y flaquezas bien pronto, pero que además encuentran en los pertinentes recursos empleados por Saban una herramienta indispensable: en la gestión es espacios, el modo de compaginar un eficaz montaje e incluso algún que otro interludio musical, halla los matices necesarios como para obtener un retrato, quizá no novedoso, pero cuanto menos práctico, capaz de llevar al espectador a su terreno con una facilidad inusitada.
Siendo obvio que el film no reproduce, en ese aspecto, nada original o, si se quiere, fuera de lo normal, se alcanza el resultado deseado en tanto se establece una conexión con personajes que resultan tangibles por su modo de escapar o encontrar vías adyacentes donde no haya que expresar de forma explícita el sentir por más que se pueda leer en cada gesto y cada mirada. Porque, a fin de cuentas, los caminos no están donde uno los busca, sino donde uno los encuentra.
Delegation funciona así como un espejo que plasma unas inquietudes que, en un momento u otro, nos han llegado a atañer, forjando de ese modo un relato que bien pudiera parecer de perdedores, pero no deja de ser otra etapa, un nuevo (para los protagonistas) recorrido desde el que ir comprendiendo los avatares de la vida y, en especial, que no siempre gira el agua hacia donde uno quiere. Y es que, ¿quién no se ha sentido tan sólo en alguna ocasión como para huir pensando que, ausentándose, alguien llegaría a encontrar en ese hueco la misma soledad que proclama el que huye?
Larga vida a la nueva carne.