He podido asistir hace unos días al estreno en España de la película documental Deep Rising (Matthieu Rytz, 2023) en el contexto del inicio del Another Way Film Festival. Un evento anual cuya temática gravita sobre el progreso sostenible, el medio ambiente y la ecología, en la que esta película inaugural no solo plantea un apasionante debate socio-económico, sino que además cinematográficamente hablando lo hace a una gran altura.
El tema que desarrolla este documental, trata sobre una realidad casi desconocida por la mayoría, la minería submarina, concretamente la cuestión de la explotación de los fondos marinos.
Tres son los focos de atención de esta obra, en los que creo que merece la pena detenerse. El primero, el contexto, lo didáctico. Aquí se nos cuenta que hay una resolución de la ONU que declara la preservación de los fondos marinos en aguas internacionales como patrimonio de la humanidad, y que su explotación y exploración sólo pueden hacerse en beneficio de la misma. Para regular esto, está la Autoridad Internacional de Fondos Marinos (AIFM), con sede en Jamaica, que se reúne cada dos años y que decide sobre toda la actividad a desarrollar en los mismos.
Esta es la situación y el contexto a partir del cual el film nos introduce en un complejo mundo de intereses, conflictos e interacciones entre distintos actores, que convierten los fondos marinos en el escenario de una batalla de intereses económicos y estratégicos, donde ciencia, economía y política convergen. El origen, es que en los fondos marinos hay unos cuerpos, unas bolas de pequeño tamaño, los nódulos polimetálicos, muy ricos en materiales necesarios para muchos componentes de la actual revolución verde (baterías de coches eléctricos, etc.).
El planteamiento inicial parece razonable, está bien generar energías limpias, pero hacen falta materiales para desarrollarlas. El planeta está sobreexplotado así que, qué mejor que ir a los fondos marinos, los territorios más vírgenes y remotos del planeta, cogerlos y crear energía verde. A priori resulta impecable… ¿o no? El film da un giro de guión, ya que algunos científicos afirman que esos fondos son esenciales para el equilibrio del planeta, hay una rica fauna animal en esos lugares y esos materiales que se encuentran ahí, han tardado miles de años en generarse, con lo que no sabemos ni el daño ni las consecuencias que su explotación podría suponer.
Es aquí donde llegamos a la gran paradoja que desencadena todo lo que será el desarrollo de la trama documental. La revolución verde y las energías renovables exigen a su vez un alto coste ambiental por los recursos que precisan y esto supone, a su vez, un peligro para el equilibrio del propio planeta.
A partir de aquí entramos en el segundo foco de interés del documental. El desarrollo de esa trama, donde se nos muestran los hechos, las intrigas, y en el que también hay protagonistas principales, secundarios, conflictos de intereses, corporaciones poderosas, verdades y mentiras.
El personaje concreto sobre el que gravita la historia y personifica la complejidad de la cuestión se llama Gerard Barron, presidente de The Metals Company, un emprendedor, un visionario, un empresario de éxito, encantador, con unos objetivos a priori muy loables y firme defensor de la revolución verde y un mundo más limpio. Su objetivo es explotar esos fondos marinos para desarrollar este futuro verde, pero claro, esto pone en potencial peligro al propio medio ambiente, lo que parece obviar, y además de fondo intuimos la incalculable cifra de beneficios que puede darle esta explotación.
Alrededor de esta figura o eje central de la película, hay otros actores. Está el regulador, la ONU, que debe velar por el control de los fondos marinos, y que aquí parece verse seducido por estos cantos de sirena, que son su explotación como solución a todos nuestros problemas de futuro, cuando realmente su cometido es preservarlos como patrimonio de la humanidad que son. Por otro lado, encontramos a los científicos, sin un poder real, que alertan de todos los potenciales peligros de estas explotaciones y también las consecuencias en la población y en determinadas zonas antes vírgenes, de las minas creadas para obtener determinados materiales.
Una lucha geopolítica apasionante, con la economía y el futuro modelo energético de fondo, donde países y empresas deben posicionarse obviando si es preciso la posibilidad de una eventual autodestrucción a largo plazo.
Hasta aquí la historia, los hechos; y ahora ya solo faltaría ese tercer y último punto, que es el del análisis más estrictamente cinematográfico, para valorar cómo se ha trasladado a imágenes todo el contenido explicado. Y ya anticipo que, en mi opinión, se ha hecho de forma magistral.
En primer lugar, algunas de las imágenes de archivo, grabaciones reales de empresarios, de dirigentes de la ONU, de la propia acción minera de los barcos en alta mar, de las empresas, de los representantes de los países… Nos encontramos ante imágenes con un nivel de acceso único, donde se ven los mecanismos internos de acción y discusión entre los diferentes actores, casi en tiempo real (es una realidad viva en este momento) en lo que es un baile de intereses, economía y dinero. Todo esto, además, se explica muy bien, con un tono didáctico poco habitual, a pesar de la aparente complejidad de un asunto desconocido para casi todo el mundo, lo que convierte el guión, la narrativa de este documental en un elemento de una robustez mayúscula.
Para terminar, mención expresa merecen los dos elementos artísticos para mi fundamentales de esta película. Las imágenes de los fondos marinos son simplemente maravillosas, espectaculares. Los que lo habitan son de una belleza y delicadeza indescriptibles, presentados en un modo onírico, casi fantasmal y misterioso, se nos muestran seres y organismos imposibles de imaginar y de una belleza espectral y remota.
Añadido a esto, todo lo anterior, se nos expone mediante una música espléndida, una partitura majestuosa, compuesta por el islandés Ólafur Arnalds, de gran belleza e intensidad dramática, perfectamente acompasada con la imágenes que se nos muestran.
En resumen, una película documental de gran envergadura en lo que cuenta y en cómo lo hace. Absolutamente recomendable.