Acerca de romances improbables
Si Park Chan-wook es uno de los cineastas contemporáneos que más lejos han llevado el argumento universal de la venganza en el cine a través de Oldboy, en la excitante y fabulosa Decision To Leave coquetea de nuevo con el cine de género para grabar su sello intachable. Su última película, presentada en la Competición Oficial del Festival de Cannes, se desenvuelve en clave de thriller policíaco, pero empalado por una poderosa y maleable historia romántica.
La cámara es un agente móvil que permite al realizador conectar a los personajes por medio de una exuberante estética digital, que embadurna la película y la lleva por una narrativa intrincada donde nada es lo que parece. El detonante no es otro que un extraño asesinato acontecido en las montañas y una ulterior investigación. Sin embargo, la sinuosa relación que se establece entre la principal sospechosa, esposa del muerto, y un veterano detective al frente de un departamento entorpecerán el proceso hasta el punto de poner en duda la moral de los personajes.
Las imágenes que se deslizan por Decision to Leave acarrean resonancia del cine de Brian de Palma, en especial las de los interrogatorios, donde Park ubica a los personajes en el epicentro de un torbellino de imágenes que oscilan entre lo nítido y lo borroso, la mentira y la verdad, como si interrogara los actuales métodos de escucha y vigilancia. Cabe destacar los instantes en los que filma el cuerpo del protagonista durante la primera hora de metraje, que ha devenido la reencarnación del eterno ‹voyeur› pero desde una órbita posmoderna, donde todos estamos condenados a ser observados. Por medio de la puesta en escena Park pone en duda los hábitos de visión del espectador así como de las conexiones de éste con los personajes, convirtiendo los cuerpos en proyecciones y las proyecciones en mensajes confusos.
En cierto modo Decision to Leave implica una síntesis no sólo de secuencias vibrantes, sino de muchos de los estilemas de uno de los creadores más insignes del cine asiático actual. Personajes femeninos empoderados, escenas de violencia con la nocturnidad de la ciudad como telón de fondo y sobre todo un sentimiento de nihilismo y de tragedia muy fehacientes. Todo ello urdido a lo largo de una trama que no tiene ningún miedo de dirigirse hacia cualquier lugar o de resultar imperfecta por momentos. Otra película con la que sintoniza fácilmente es Memories of Murder, sobre todo por la conjugación de los tonos y los ritmos, pero también por el atrevimiento y la transgresión a la hora de otorgarle un peso al hecho de asesinar. A fin de cuentas, los cadáveres no son los pilares de la película, y pierden importancia de acuerdo con el avance, que conforme más se desarrolla más larga se hace la sombra del Vertigo de Alfred Hitchcock.
De nuevo se retoma la conceptualización psicoanalítica de la mujer como una extensión del hombre, que lo sumerge en la desesperación gracias a su inteligencia y sobre todo a su capacidad para la seducción. Como sugería Camille Paglia, la mujer es quien escapa, quien se resiste a estar en un único lugar. El modo en el que Park piensa el flirteo heterosexual, poniendo en diálogo los cuerpos, los teléfonos móviles y el resto de elementos de la escena están al alcance de pocos cineastas hoy en día, pues el autor surcoreano es un maestro de las transiciones y los giros dramáticos. En cierto modo ha construido su versión de In the Mood for Love pero prescindiendo de un equilibrio narrativo entre las figuras de los dos amantes, y en su lugar ha levantado un monumento enajenado a la proyección fálica.
Quien escribe estas líneas tardará mucho en sacarse de la cabeza la secuencia de cierre, una de las representaciones más impactantes y poéticas de la angustia freudiana del individuo masculino que ha experimentado el cine de los últimos años. Una firme candidata a la Palma de Oro.