En un callejón oscuro de una ciudad perdida en plena noche vemos a un hombre con una cámara antigua. Oímos unos pasos, pero no vemos a nadie, aunque si hay una sombra. Hay unos ruidos de pelea, y cuando nuestro cámara enfoca su instrumento, a través de él somos testigos de una agresión. El protagonista toma la foto y emprende su camino
¿Dónde va? Por lo que vemos, Mr Rijcx, que es como se llama el protagonista, llega hasta una especie de iglesia. Allí le espera misterioso un personaje para recoger la sombra grabada con la cámara, que va directa a un lienzo, a una tenebrosa colección de perfiles de gente en sus últimos momentos. Veremos que el protagonista ha hecho una especie de pacto: Asesinado por unos soldados franceses, quiere volver a vivir para volver a ver a una chica que conoció junto antes de morir. En aras de conseguir su propósito, ha hecho un pacto entre dos mundos: Entregará 10.000 vidas, una por cada día vivido, a cambio de ter una segunda oportunidad.
Esta historia, que explora la vieja fascinación literaria por el purgatorio y lo que hay más allá de la muerte, mientras se permite una pequeña reflexión sobre el amor, la vida y el sacrificio, es simplemente maravilloso. Desde el tono maravillosamente vetusto con el que todo está realizado (los soldados, los instrumentos, etc.) hasta la hermosa fotografía de los paisajes invernales, todo en este corto está absolutamente cuidado.
Pero, sin duda, donde destaca es en su historia. Al más puro estilo Kafkiano, el corto narrativiza, convierte en una historia, una metáfora (en este caso, la bíblica referencia de las sombras de la muerte) Y el hecho es que juega muchísimo con los ritos del cristianismo; los elementos dominantes, como la iglesia o el purgatorio, están tratados de forma somera, sin contar que su propia sombra permanece atrapada crucificada en el altar hasta su liberación. Y, no obstante, a lo que se está haciendo real referencia al ‹sheol›, ese concepto judío de una tierra de sombras habitada por quienes perecieron ya.
La unión de estos conceptos religiosos se hace de forma sutil, cuidada como todo el corto, sin resultar ofensiva para nadie. Amparado en sus metáforas, Von Avermaet nos ofrece una trama que gira en torno al amor, la muerte y las obsesiones, dando pie a una aventura que se quedará en nuestro corazón tras los veinte minutos que dura el pequeño mundo que nos propone. Nos gusta que se realice este tipo de trabajos, demostrando que el corto también es una herramienta poderosa para contar una buena historia. Y que el arte, en el cine, no entiende de minutos.