Es una verdadera lástima que la crisis económica esté sirviendo en los últimos años a cineastas de distinta índole para arrojar luz sobre el asunto o realizar retratos más o menos veraces; y no lo es tanto por el hecho de poder acercar al espectador una realidad que en muchas ocasiones vive en sus propias carnes, sino por el de tener que seguir paliando una situación que parece inacabable y, además, está terminando no sólo con las esperanzas, sino con la vida de muchas personas que deciden no seguir en una situación inviable o simplemente terminan cediendo a una presión psicológica que no pueden seguir soportando.
Basada en un suceso que su director, el galo Jean-Marc Moutout, escuchó en la radio acerca de un hombre de cincuenta años que se había encerrado en su oficina, en Suiza, tras haber matado a dos superiores suyos más jóvenes, De bon matin analiza las causas y consecuencias de una situación, la actual, que no necesariamente debe llevarnos a contextos de extrema pobreza o desesperadas situaciones familiares para encontrarse ante una agónica elección como la que decide tomar Paul, el protagonista del tercer largometraje de Moutout.
Su condición de «basado en hechos reales», por otro lado, cobra total sentido en el film debido a que el propio cineasta no fue capaz de encontrar más datos acerca de lo sucedido tras tomar la decisión de aplazar el proyecto debido a su implicación en otros trabajos, y a través del punto de partida inicial decidió reconstruir el resto eligiendo así un marco que, curiosamente, nos lleva al seno de una familia alejada de las penurias económicas, con una relación más o menos estable y donde únicamente las típicas disputas territoriales padre/hijo parecen minar en cierto modo el terreno.
La estructura segmentada en distintos flashbacks tras la contundente escena de apertura, donde vemos precisamente la llegada de Paul a su lugar de trabajo y como, tras sacar un arma, dispara contra dos compañeros y se sienta sosegadamente en su oficina, fomenta la descripción de un personaje que se nos presenta en todas sus facetas: la de trabajador comprometido, padre consejero y compañero honesto que intenta salir a flote ante una situación que le devalúa y le denigra desde el momento en que se vea desplazado de su posición debido a la actitud de un jefe que intenta menoscabar en todo momento sus intentos por progresar en la empresa.
Todo ello no significa que Paul sea perfecto, ni siquiera el ejemplo a seguir; no es que se nos presente como tal ni mucho menos, y cada cual puede sacar sus conclusiones debido a que el prisma de Moutout se mantiene invariable ante las decisiones tomadas por su protagonista, no buscando más que ser un mero espejo de una realidad donde tan pronto podemos observar la distancia en la relación con su hijo (ese encuentro fugaz con la “compañera” del joven, o la reacción del muchacho al intentar adentrarse su padre en su habitación), como la calidez en la relación con uno de sus compañeros y, podría decirse, uno de sus pocos confidentes.
No obstante, las causas de ese día de furia particular de Paul no quedan desnudas en el marco representado por el cineasta galo, pues parece preferir inducir al espectador a llegar a sus propias conclusiones que otorgar respuestas que romperían un ejercicio ciertamente comedido, en el que pocas secuencias podrían sostenerse como principal motivo y el retrato se dirige más hacía un componente humano del que, ante todo, termina sorprendiendo que alguien con una vida tan aparentemente estable tome una decisión de ese cariz.
Con un Jean-Pierre Darroussin que sigue demostrando ser un gran intérprete y, además, poseer una especial implicación con propuestas de ámbito más social (ahí están sus colaboraciones con Guédiguian, por ejemplo), De bon matin se erige como una de esas propuestas que, si bien no llegan a alcanzar su cénit quizá por el distanciamiento que acomete en cierto modo Moutout al realizar un retrato con excesivas aristas y conflictos excesivamente dispersos, se antojan necesarias debido a una situación que va de mal en peor y no parece encontrar su fin, motivo más que sobradamente suficiente como para tener en cuenta propuestas como la que nos ocupa.
Larga vida a la nueva carne.