En el prólogo de De amor y de agua fresca, nuevo trabajo de Isabelle Czajka, su declaración de intenciones no puede ser más rotunda. Una reunión en lo que parece ser el ‹hall› de una empresa acoge palabras como naturalidad, aprendizaje, autonomía, creatividad e incluso rebeldía que salen de la boca de una empleada para definir el puesto que está a punto de ocupar Julie (interpretada por una Anaïs Demoustier que está perfecta), incluso ensalzando una cercanía ficticia con su futuro superior que se rompe ante un frío y desapacible saludo cuando ese jefe, Arnaud, aparece en la estancia pareciendo importarle nada y menos la posible incorporación de una nueva empleada.
El modo de abordar una temática bastante habitual en el cine de los últimos tiempos, la del mundo laboral, queda sin embargo alejada de ese pesimismo que suele arrastrar al mostrar un ambiente de cordialidad entre compañeros que no tardará en verse truncado por una oportuna cuestión y una elipsis de lo más oportuna. Ahora, en una empresa las ideas y el talento ya no cuentan, sólo una competitividad que lleva a los trabajadores al borde de una soterrada lucha si lo que no quieren es seguir teniendo que llevar a los hijos del jefe al parque de atracciones como si de vulgares niñeras se tratara.
Pero Julie no está dispuesta a soportar ese peso: ella quiere sentirse importante, quiere llevar cierto peso e incluso ser consultada ante determinadas decisiones. Toda una utopía si atendemos a un universo que Czajka dibuja con temple y en el cual la categoría que ocupe un trabajador no le exime de algunas tareas que están lejos de ser agradecidas. Así, la joven protagonista decide dejar atrás ese paso en falso dentro del mundo laboral, no por querer ser independiente y autónoma, sino más bien por el hecho de sentirse valorada en ese marco que se nos muestra tan desazonador sin necesidad de que el guión resulte seco o retorcido.
Aunque conocemos su condición de un modo ciertamente vago (sólo tímidos diálogos nos hablan acerca de sus necesidades y el lugar donde vive —de hecho, no llegamos a verlo en ningún momento—), si obtenemos información acerca de un entorno que bien podría condicionar unas decisiones tan personales como inadecuadas. Esa escisión familiar (padre y madre separados, un hermano viviendo con su familia ya formada en el extranjero…) parece ser uno de los principales puntos del inestable comportamiento del que hace gala en ocasiones Julie.
Buen ejemplo de ese comportamiento lo encontramos cuando al aceptar un nuevo puesto de trabajo como comercial y ser reprendida por su compañero, se desmoronará emocionalmente para terminar hablándole a él de una situación que ella no ha escogido, pero con la que le toca lidiar debido a las circunstancias que la rodean, aunque ella parezca negar en redondo que el asunto pueda ser tan serio como sí lo reflejan los rostros de su madre y su hermano cuando les habla de que ha perdido un trabajo que él movió hilos para conseguirle, hecho este que terminará desembocando en su huida de la mano de poco más que un desconocido.
Y es que su voluble e incluso impredecible comportamiento también nos lleva a otra faceta que bien podría tener dejes de Rohmer: la de sus inestables relaciones, no se sabe tanto si sentimentales como sexuales, que no hacen más que arrojar una pizca de intención a ese retrato tan logrado que Czajka consigue a través del particular universo de la joven, que parece moverse entre el sexo, el más puro capricho y unas ansias de madurez que desea alcanzar tomando decisiones que parecen indicar un camino totalmente contrario al que Julie quiere acceder.
Ese viaje, lejos de convertirse en una ‹road movie›, proporcionará una especie de bálsamo emocional, no sin que el alegre (en su sentido más peyorativo) y arbitrario carácter de Julie vuelva a salir a la luz, haciendo que ese periplo no sea más que otra parte de una actitud inestable ante la vida, hecho que se termina trasladando al devenir de una trama que, quizá, por las temáticas a abordar hubiese requerido una mayor solidez, y que aunque no termina lastrando en mucho la propuesta sí hace que se resienta, en especial ante esa fabulosa conclusión que deja apuntes más que interesantes sobre una situación que quizá sea tan voluble como la propia Julie.
Larga vida a la nueva carne.