Caroline Deruas atiende a su experiencia y se apoya en su propia nostalgia para impulsar un relato que nos lleva al interior del recinto de la residencia de la Villa Medici de Roma. Con Daydreams la cineasta de Cannes relata el curso de una joven muy joven llamada Axele y de Camille, una joven-madura a secas casada con un señor mayor bastante reputado por sus libros que, tras ser seleccionadas para pasar un año en la fundación elitista tras dar constancia de su trabajo creativo, alcanzarán una relación bastante vidriosa tanto entre ellas como con el entorno majestuoso. Y es así que, una vez dentro, la típica solución de construir dos personajes opuestos pero complementarios totalmente estereotipados “y a correr” se desplegará en una serie de contrastes no menos tópicos que invadirán diversos niveles de la sociedad y de la manera en la que se opera en ella. Es decir, que más allá de poner en escena de manera tan superficial y manida, por ejemplo, el contraste entre el uso de métodos analógicos y tradicionales por jóvenes y carrozas mientras que los de “en el medio” se aferran con fetichismo a las nuevas tecnologías, Caroline Deruas nos presenta a la típica joven arty medio deprimida y rara de la hostia que irradia ese “no querer parar de hacer” para materializar ese alma que se me sale del cuerpo tan romántico; mientras que por el otro lado nos enfrenta a la figura creadora en crisis creativa y que se guía por una tensión súper baja que se manifiesta en una personalidad mojigata caracterizada por un comportamiento estructurado, disciplinado y del deber ser. La tensión, marcada por ese tira y afloja que se da entre dos caracteres tan alejados el uno del otro y que viene a decir «¡oh! Te necesito porque me complementas y es solo contigo que puedo dejar de ser estereotipo para poder pasar a ser un personaje más complejo al alejarme del extremo, pero a la vez te odio tanto porque somos seres tan distintos», dará lugar a una relación de dos basada en la conducta mimética hacia el otro elemento como método para romper el hermetismo.
La única salida que nos ofrece Caroline Deruas a esta fiesta de lo común y lo frecuente viene dado por detalles formales como el rojo que inunda la pantalla en determinados momentos de ira, en la locura identitaria que se escenifica en ciertos planos, o la mezcolanza de géneros que va de la comedia al terror pasando por el cine ‹sex-teenager› comprendiendo adolescentes desde los “diecipico” años hasta pasados los sesenta, todo ello siempre salpicado por gotas de surrealismo que aportan ese aura un poco onírica. Pero estas curvas se quedan en poco cuando nos damos cuenta de la directora manifiesta que su voluntad es ser críptica y transgresora hasta la médula y negar con Daydreams la actual tendencia naturalista y realista del cine francés. No sé, que me llame loco, pero revelar un escenario recreándose en las simetrías y en la grandiosidad de la escultura italiana al modo de Eugène Green en La sapienza (Francia, 2014) y manchar medio citando de manera chapucera una obra que fue y sigue siendo críptica y supuso sin quedarse a medias una revolución de estilo y artística como El año pasado en Marienbad (Alain Resnais, Francia, 1961), me parece de todo menos rompedor y original y, pues eso, que me suena a «pues vaya qué dices». Así es que Daydreams busca mucho y encuentra nada más allá de un coqueteo medio-caprichoso con un espectador que posiblemente se vea entretenido y satisfecho al percibir un vaivén de formas algo llamativo y al seguir una historia de esas que dices «qué bonico, me emociono».
Que interesante, ¿me podría decir dónde puedo ver esta película?