Los estrenos de esta semana, aunque reducidos —tan sólo cuatro—, han recogido una de esas cintas que consiguen que mi fe en el panorama cinematográfico nacional permanezca en su sitio —en la medida de lo posible—. Hablo, como no podría ser de otra forma viniendo de mi, de Los últimos días, de los hermanos Pastor. Obviaré el discurso sobre lo emocionante que es recibir cintas de género “hechas en casa pero con corazón hollywoodiense” para un fanático del género como yo, así que dejando sensiblerías aparte, hay que remarcar que el estreno del filme post-apocalíptico es una buena excusa para ver de dónde vienen estos hermanos que, con suerte, serán unos de los estandartes del producto cinematográfico nacional en los próximos años.
El primer trabajo conjunto de los Pastor no llegaría hasta el que sería el primer largometraje para ambos, Infectados (2009). Hasta ese momento, los dos realizadores llevaron sendas bastante distintas en cuanto a oficio y repercusión.
Por un lado, David —el mayor— se ha mantenido más en un segundo plano; sus cortometrajes —Entre la multitud y Orson— no cosecharon ni el reconocimiento ni el éxito que conseguirían los de su hermano Àlex, así que el mayor de los Pastor se centró en el campo de la escritura de guiones televisivos para series como Al filo de la ley o, ya en la etapa “post-Infectados”, para El Barco.
En el otro lado de la moneda, Àlex consiguió su primer gran éxito con La ruta natural (2004), su cortometraje de final de carrera en la ESCAC, que ganaría una nominación a mejor cortometraje de ficción en los Goya, premio a mejor guión en el festival de Sitges, o el premio a mejor cortometraje internacional en el festival de Sundance.
La ruta natural recuerda en planteamiento al texto de Quino, La vida al revés, en el que el autor sugiere lo perfecta que sería la vida si la viviésemos en sentido inverso, esto es, de la vejez al nacimiento. Àlex pastor da la vuelta al mensaje positivo que lanza Quino para, con una realización impecable de la mano de un montaje que narra la historia en ‹rewind›, sumirnos en una suerte de nihilismo en el que la pérdida y la desazón llegarán a nuestras vidas, las vivamos en el orden en el que las vivamos.
Si bien formalmente La ruta natural es un pequeño prodigio —pequeño porque su naturaleza de cortometraje así lo quiere—, es su segundo cortometraje, Peacemaker (2006) el que, para un servidor, constituye el trabajo más remarcable del realizador en su etapa de cortometrajista.
Producido por Escándalo Films —productora asociada a la ESCAC— Peacemaker destaca por ser, y valga la redundancia, el «cortometraje ESCAC menos ESCAC» y, por ende, el que más me ha llamado la atención de todos los producidos por la escuela hasta la fecha. Donde La ruta natural presentaba las marcas de la casa estilísticas y narrativas de los productos ‹made in› Escándalo Films —si no hay niños la voz en off es indispensable—, Peacemaker huye de todas esas señas de identidad para sumergirnos en en un western en clave de ‹mockumentary› con el declive de los valores en la sociedad como tema principal. Unos valores tan desagradables e inestables como la propia realización del cortometraje; con unas cámaras en mano que nos introducen en el ‹far west› de lleno y una fotografía en la que un blanco y negro altamente contrastado, el grano y la suciedad acompañan a la perfección la decadencia que transmiten los personajes y su entorno.
Y los años pasaron, llegó el 2009 y los hermanos Pastor decidieron hacer las américas y unir fuerzas en su primer largometraje, Infectados; un thriller post-apocalíptico con trazas de ‹road movie› en el que una suerte de súper gripe —muy en la línea de la que presenta Stephen King en su novela Apocalipsis— asola Estados Unidos. Con este a estas alturas familiar punto de partida, los hermanos —que escriben y dirigen— nos cuentan una historia que trata los temas habituales dentro del género; la moralidad, los códigos de conducta y la validez de esto, y si las normas del viejo mundo son aplicables al nuevo.
Pese a lo tópico —y típico— del planteamiento y lo poco sorprendente de la plaga que asola el país, Infectados posee un extraño encanto que hace de la cinta una experiencia magnética y disfrutable. La tensión contenida que se palpa hasta en los momentos más pausados del filme, unas pequeñas dosis del terror más convencional y una correcta —sin más— evolución de los personajes, se suman a una realización en la que los Pastor dejan más que claro que dominan a la perfección las bases del género y los mecanismos que hace que funcione, consiguiendo levantar un producto que, de otro modo, hubiese pecado de impersonal y olvidable una vez terminasen los créditos finales.
Con estas credenciales, y abandonando —por el momento— Estados Unidos, David y Àlex han vuelto a España con Los últimos días, con una nueva epidemia de la mano, y de nuevo con la eterna promesa de que hacer otro cine en este país, aún es posible. Capacidades y méritos no les falta, así que, amantes del género o no, habrá que echar un ojo a este par de hermanos que, vista su juventud, seguro que darán mucho que hablar. Dentro o fuera de nuestras fronteras.