Das licht (Tom Tykwer)

Las películas de apertura en los festivales suelen ser algo confusas. Buscan contentar a un público mayoritario pero, a su vez, tener algo especial o diferente. En este caso, la Berlinale ha arrancado con Das licht de Tom Tykwer. El director alemán, autor de películas como Corre, Lola, corre o El perfume, nos trae un proyecto sin duda especial, sin duda distinta, aunque poco interesante.

Por un lado, su secuencia de apertura es sorprendente. Observamos la vida de cuatro personajes distintos de la ciudad de Berlín: un empresario ‹hippie› en su oficina, una mujer que quiere construir un teatro en África, un adolescente ‹gamer› que pide comida a domicilio y otra adolescente que lleva varios días de fiesta. Mientras, también aparece una trabajadora del hogar y el repartidor que trae el pedido del adolescente. Estos sufren accidentes. El repartidor es atropellado y la limpiadora sufre un ataque al corazón. Las secuencias de los diferentes personajes se van mezclando hasta hacernos ver que estas personas tan dispares pertenecen a la misma familia, disfuncional y acomodada. Finalmente, vemos cómo la trabajadora del hogar es descubierta por su hija, quien es la última en llegar a casa. Para los demás, su cuerpo pasó inadvertido.

Por otro lado, las dos horas siguientes de la película van cuesta abajo. La familia decide contratar a una inmigrante siria que parece solucionar sus modernos problemas. Esta les hace un ritual, con una lámpara que parpadea y sustancias psicotrópicas, que parece cambiar la vida de los personajes. Y, a su vez, también se comunica con su familia con esta lámpara mágica. A todo esto, se suman problemas de pareja, de comunicación y temas como el aborto, las ONG o la inmigración. Y, entre tanto, ¿por qué no añadir números musicales? No es una ironía, hay bastantes momentos musicales en la película, y son ciertamente esperpénticos.

Esa multiplicidad de temas se refleja también en lo formal. La fotografía y el montaje son a ratos atrayentes, a ratos televisivos y a ratos están un poco fuera de la norma. Aunque, en ocasiones, termina siendo hortera. Pero viéndolo con perspectiva, tal vez busque retratar esa parte ‹kitsch› de la ciudad berlinesa. Aun así, no me parece que aporte algo muy diferente y, además, se sobrepasa continuamente, llegando a usar animación o efectos especiales que parecen sacados de películas de superhéroes.

Parece ambicioso y lo es. Pero esa misma ambición es la que hace que la película no funcione. Tratando tantos temas de una forma tan superficial, acaba por no profundizar en ninguno. El film es una especie de océano de los problemas de la actualidad. Lo malo es que, en cuanto te bañas en ese océano, te das cuenta de que solo tiene un palmo de profundidad. Tal vez sea una burla autoconsciente de nuestros tiempos, llenos de estímulos vacíos, y Tom Tykwer se esté riendo de todos nosotros con esta película. O tal vez no, y simplemente busco justificar algo que no he acabado de entender.

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