Lo que Tim Sutton nos cuenta en Dark Night no es precisamente original. Cierto. Llámenle Columbine, llámenle masacre en un cineplex, llámenle tiroteo random. El retrato al fin y al cabo siempre se dirige en la misma dirección: la búsqueda de la causalidad de estos asesinatos en el patio trasero del American Dream. Y los personajes retratados, parecen corroborar dicha repetición de los arquetipos mostrados. Al fin y al cabo, no puede ser casualidad que siempre estemos ante jóvenes desubicados, estudiantes incomprendidos, veteranos de guerra perdidos en su soledad y sobre todo, la presencia omnisciente y ominosa de un contexto, de un paisaje de frialdad, superficialidad, nada absoluta.
No obstante, si mencionábamos la reiteración en la temática también es cierto que hay una vocación por afrontar el tema de una forma (casi) novedosa en lo formal. Ambientes desolados, iluminación fría y pausa en el plano, son los elementos recurrentes que el director usa para su aproximación al relato. La voluntad es la del acercamiento prudente, expectante, como un documentalista cercano a las vivencias y sin embargo temeroso de las reacciones de aquellos a quienes filma. No en vano la violencia, fundamentalmente el hecho principal de la película, es relegada a un fuera de campo total en favor de la sensación de amenaza latente.
Una atmósfera conseguida a través de largos silencios trufados aquí y allá de gestos opacos, de murmullos casi imperceptibles, como pequeñas ráfagas de vida que apuntalan en todas partes el vacío existencial y la caída en un hastío vital. Es el retrato de un sinsentido que va cobrando vida paulatinamente, de una locura que no es tal sino que adopta la forma de única salida a toda la frustración acumulada. En este sentido Dark Night quizás peca de abuso del recurso al insistir una y otra vez en la intención formal sin profundizar algo más en el interior de sus personajes.
Porque de alguna manera aunque Tim Sutton intenta dar una visión personalista del asunto acaba por sucumbir a su propio bagaje cinematográfico. Es inevitable visionar el film y no entrar en los mundos del Gus Van Sant de Elephant o de Last Days. De hecho Dark Night viene a ser un mix entre temática y formalismo de ambas. Algo que no es malo per se, y que incluso se realiza con elegancia, pero que opaca sobremanera la intención autoral dejando un perenne regusto a ‹déjà vu›, a película debut pendiente de “homenajear” al referente de manera que se consigue incluso reducir por momentos el subtexto a excusa, a motivo menor para desplegar el dispositivo formal.
Sí, decíamos que lo expuesto en Dark Night, su intención reveladora de los callejones oscuros del American Dream, no era precisamente novedosa. Puede incluso que dados los últimos acontecimientos suene a oportunismo. A Columbine 2.0 y a cierta explotación más interesada que informativa del tema. Sin embargo no hay que obviar que si repetitiva es la historia también lo es el hecho en el que basa. Algo que nos indica que toda la denuncia es poca, convirtiendo al film en una pieza quizás redundante, pero al mismo tiempo absolutamente necesaria.