Daniela Forever (Nacho Vigalondo)

Quiero una crítica corta de la ultima película de Vigalondo, de 730 palabras, haciendo mención a la IA y cómo adquiere vida propia y símil con el artista y su creación. En medio de la crítica añadir referencia positiva a la escena del tiburón con pistola.

«La última película de Nacho Vigalondo, conocido por su estilo único y su enfoque en lo surreal y lo perturbador», llega a nuestras carteleras después de 9 años de su anterior trabajo, Colossal. Para la ocasión, el cineasta rueda en Madrid, aunque en lengua inglesa y con actores internacionales en los roles principales.

En Daniela Forever seguimos a Nicolás quien, en un intento desesperado por amortiguar el dolor provocado por la muerte de su novia, la Daniela del título, se embarca en un viaje a través de una nueva droga que potencia los sueños lúcidos, donde puede seguir visitando a su amada y, en resumen, ser feliz con ella, controlando además el escenario, pues en sus sueños todo lo que acontece es creación suya. La obra, si bien parte de la idea del duelo y la superación por la muerte de alguien cercano, pronto transmuta en un doble juego interesante sobre la creación y la propia idea de la Inteligencia Artificial.

Se ha dicho que puede recordar a Olvídate de mí (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, 2004), pero nada más lejos de la realidad; Vigalondo va por otros derroteros, y aunque dudo que haya tomado esa referencia como base, está mucho más cerca de una obra como la serie de anime La princesa Tutu que de la afamada creación de Kaufman. Vamos, queda claro que a Vigalondo le interesa explorar un mundo creado por un soñador y cómo los personajes de este mundo adquieren voluntad, lo que nos deja en esa lectura de la IA que toma consciencia como más que hablar de la imposibilidad de controlar el amor y la memoria.

Pero es que hay más, esto también le sirve para hablar de la creación artística, de cómo Nicolás, cual escritor, cineasta, pintor, etc., tiene control absoluto sobre la creación de su obra, maniatando en apariencia sus creaciones y moviendo los hilos, pero también sobre cómo esta creación va adquiriendo vida propia y nada puede hacerse por remediarlo. Es realmente tierno cuando Nicolás, en una escena, pide disculpas a uno de los personajes secundarios que pueblan la obra, uno al que precisamente se ha mostrado como el menos amigable para el espectador, y con el que el propio Nicolás ha sido duro en todo momento. Es el guionista pidiendo perdón a su secundario olvidado, al malo de turno, a la “mujer atractiva (23) entra” que colman las descripciones de muchos de los guiones amateurs (y profesionales) del mundo. Para mí, ese momento reúne al Vigalondo más tierno junto con el más clásico ‹showman›, el cómico por excelencia que es, tanto en sus películas o cortos como en su intervenciones con público (al que se suele meter en el bolsillo), pero también al Nacho reflexivo. Todo en uno. Me gustó ese momento más incluso que el tiburón con pistola.

Vigalondo, el más extraterrestre de nuestros directores, el experto en meter un poco de fantasía aquí, otro de toques de humor absurdo acá, agitarlo, añadirle una pincelada de “inquietante” y otra de “cotidianidad” y servir frío, ha vuelto tras 9 años. Se dice pronto. Todas sus obras, gusten o no, al menos tiene algo que no hace una IA todavía; lanzarse al precipicio desde lo más alto de la creatividad y que sea lo que tenga que ser sin depender del algoritmo. Tal vez por eso haya tardado tanto en volver a rodar un largo, no lo sé.

Daniela Forever en definitiva es una película que, por decir una frase manida hasta el infinito, es suicida, y no tiene porque encandilar a todo el mundo. Odié los primeros minutos cuando pensaba que Madrid iba a ser un personaje más; esa ciudad y yo tenemos un problema que hay que solucionar un día de estos, pero poco a poco me fue enganchando como la nicotina hasta llegar a ese final abierto a interpretaciones.

Y también me encantó que fuera una película inusitadamente tierna.

No esta nada mal, pero no dije nada de la escena donde Nicolás pide disculpas a un personaje secundario, te dije que hablaras del maldito tiburón con pistola.

«Ya bueno, pero a mí me gusta más esa escena.»

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