Nada de lo que vemos en Cut Bank sorprende por su originalidad, pero sí por su poder evocador. Pues enseguida se hace evidente que el escenario que Matt Shakman nos presenta es exactamente el requerido para desarrollar su tesis. Vaya por delante, esta es una película en toda regla autoconsciente… pero ello no conlleva necesariamente gratuidad o exhibicionismo: tanto la planificación como la dirección de actores se hacen evidentes, incluso podría decirse que algo pretenciosos; pero siempre están al servicio de las exigencias del guión. Exigencias tales como un pulso firme o (sobre todo) plena conciencia del tipo de película que se está haciendo.
Probablemente la referencia que con menos esfuerzo nos venga a la cabeza tras visionar Cut Bank sea Fargo. En realidad existen toda una serie de ejemplos que, tal vez de una forma menos evidente pero igualmente significativa, recuerdan considerablemente a la película que nos ocupa. Empezando por el mencionado, son dos los rasgos que el trabajo de Shakman comparte con el de los Coen. El primero es la textura agria y distante, esta frialdad que tan buen resultado da en las escenas de violencia explícita. El segundo, que ya casi asociamos instintivamente al primero, pertenece al terreno de la narrativa: en ambos casos hablamos de este tipo de película que nos expone cómo un plan “sencillo” puede desatar el caos.
Pero como entredije, bajo esta primera capa se esconden toda una serie de similitudes con otros trabajos, entre ellos Perros de paja (Sam Peckinpah, 1971), La noche de los girasoles (Jorge Sánchez-Cabezudo, 2006), Un plan sencillo (Sam Raimi, 1998) e incluso (tal vez la similitud más interesante) la aclamada serie de David Lynch Twin Peaks (David Lynch y Mark Frost, 1990). La característica básica que comparten entre sí dichos ejemplos es que todos retratan los pequeños micromundos que (supuestamente) se forman en los pueblos de interior. Y centrándonos en los primeros tres casos, destaca el hecho de aunar con ello la mencionada historia del plan sencillo que deriva en el caos.
Aquí reside uno de los aspectos más interesantes de Cut Bank: vale la pena fijarse en cómo trata Matt Shakman esta mezcla de conceptos en comparación a cómo lo hacían Peckinpah, Sánchez-Cabezudo y Raimi. En los tres primeros casos el posicionamiento era claro: el ser humano es capaz de cualquier cosa cuando se encuentra en una situación extrema, y es en los pueblos de interior donde este hecho queda al descubierto. No obstante, esta película se muestra mucho más escéptica respecto a la creencia de que es en los pequeños municipios en donde se cultiva el mal: aquí es donde presenta ciertos parecidos con el mencionado trabajo de David Lynch.
Uno de los encantos de Twin Peaks, más allá de su carácter fantástico-surrealista, era su insistencia en retratar tanto los trapos sucios que escondía el pequeño pueblo que daba nombre a la serie como sus más tiernos encantos. Esta dualidad se conseguía en gran parte gracias a la interacción entre los habitantes de dicho pueblo y el extranjero Dale Cooper, agente del FBI venido del “exterior” con el cometido de resolver un asesinato. Una situación casi calcada a la que tiene lugar en Cut Bank, con la única diferencia de que esta vez el protagonismo se lo llevan los habitantes y que el extraño esa vez no es un agente del FBI sino un torpe inspector de seguros.
Sin embargo, ambos trabajos comparten esta posición neutral respecto a los juicios, sugiriendo que ni los pueblos de interior representan la semilla del mal ni las grandes ciudades el triunfo de la benevolencia. Y esta neutralidad es la que da vida propia a Cut Bank; además de su excelente reparto de actores que dota a los personajes de profundidad e interés (no son casuales los fichajes de Billy Bob Thorton y Oliver Platt, compañeros de trabajo en el producto televisivo —en el que el mismo Shakman ejerce de co-director— Fargo; serie muy inferior y exageradamente sobrevalorada que sin embargo comparte ciertas intenciones (sin duda fallidas) con la película que nos ocupa).