El joven realizador uruguayo Agustín Banchero se hace presente en el universo cinematográfico con Las vacaciones de Hilda, su primer largometraje. Se trata de una película compleja ya que intenta trascender más por sus emociones que por cualquier otro elemento.
El film cuenta la historia de una mujer madura que vive en una profunda soledad y que encuentra un cierto sentido vital cuando su hijo, que vive lejos, le anuncia que la visitará. Sin embargo, luego posterga el viaje y ella se sumerge en un mundo de confusión, tristeza y recuerdos.
La actriz Carla Moscatelli es quien interpreta a Hilda en el papel principal de la película. Su personaje copa toda la historia y es donde recae la dura misión de sostener el interés por la trama. Hilda sobresale no solo por ser el eje de interacción del resto del elenco, sino por la representación que hace de un estado de angustia y por mostrar un monótono modo de vida, fruto de decisiones y circunstancias específicas.
Desde un inicio el film deja claro, tanto en imagen como en sus diálogos, que algo sucede con la personalidad y el estado de ánimo de Hilda, aspecto que se ratifica en el resto del argumento. El espectador debe estar dispuesto a involucrarse en la historia que se le relata para entender el contexto y la situación interna del personaje central. Tarea nada fácil tomando en cuenta que la estructura de la película es muy lineal y carente de sobresaltos.
Y es que Agustín Banchero construye un producto que destaca la situación emocional de Hilda. No analiza al personaje y no lo juzga, solo muestra su cotidianidad con el objetivo de despertar sensaciones y, a lo mejor, comprensión en el público.
Lo que sí hace el director uruguayo es mostrar cómo la manera de ser de Hilda confronta su convivencia diaria con otras personas que están a su alrededor: su compañero de trabajo, su hijo, su pareja, el albañil que arregla su casa, etc. Es en este conjunto de relaciones donde se descubren ciertas causas y consecuencias de la situación de la mujer.
En este, su primer largometraje, Banchero pretende inaugurar un estilo propio de relato de las cosas invisibles. Quiere mostrar lo que sucede en la mente de una persona, donde se origina esa rara mezcla de recuerdos, de vivencias pasadas con aspiraciones que nunca se cumplieron o que se incumplirán. Y es que la soledad puede someter al individuo a diversos o reiterativos pensamientos que están, de manera permanente, vigentes y que tienen el poder de afectar el comportamiento con un incremento del sentimiento de inseguridad. En Las vacaciones de Hilda se percibe esto incluso en esos fugaces retos personales para sentirse mejor y que, de pronto, solo han servido para fortalecer el grado de frustración.
Se podría deducir que Las vacaciones de Hilda no es más que un relato sobre las emociones de una persona, sin un formato artístico preestablecido. La película pretende trascender de esa tradicional misión cinematográfica de entretener al espectador a un nivel más subliminal y despertar otras sensaciones que tienen que ver con la identificación hacia un estado de vida vacío de alegría y lleno de amargura.
Un elemento curioso del film es la incorporación de la música de Los iracundos, el famoso grupo musical uruguayo de las décadas de los 60’s y 70’s, para configurar un ambiente de nostalgia.
La pasión está también en el cine.