Crater es la nueva película de la dupla de cineastas formada por Luca Bellino y Silvia Luzi, binomio creativo venido directamente del documental: La amenaza y Dell’arte della guerra. Esta reciente obra no sólo tiene mucho de la narrativa en la que la pareja ha formado sus primeros pasos, sino que adhiere a ella un envoltorio de ficción dramática dentro de unas aristas cinematográficas expuestas en pantalla con enorme talante realista. Tanto es así que para esta historia de un vendedor ambulante napolitano que se empeña en conseguir que su hija, cantante amateur, consiga una carrera profesional en el mundo de la canción italiana, Bellino y Luzi han cogido a dos personas reales a los que han llevado por los derroteros de una ficción dramatizada de manera muy cercana.
Para esta película, los cineastas desarrollan su historia dando mucho más hincapié a las formas de formato que han catalogado sus obras previas: fotografía feísta y primeros planos conforman una puesta en escena en la que no únicamente se nos muestra el ímpetu de este vendedor ambulante tornando su profesión a promotor musical; se descifra su idiosincrasia en pleno suburbio napolitano para adentrarse en plena núcleo familiar, regalando alguna que otra muestra de cotidianidad desbordante como la que inspira su escena de apertura. Los dos personajes principales abordan esta vivencia de manera diferente: en el caso de Rosario, padre de familia, como un incesante camino para escapar de una vida de pobreza y limitaciones (son reiterativas, incluso, las escenas en las que se expone sus correrías diarias como vendedor), aunque sea como mera utilización de su propia hija Sharon; esta, respondiendo al tópico del juguete roto infantil, acabará por pagar mediante impacto dramático los innegables empeños profesionales de su padre. Una confrontación de caracteres, resuelta con estilo de guerrilla y una sugerencia hacia el espectador donde la ficción se torna externamente en realidad, bajo la que se sujetará este Crater. A este respecto, además, parece resolverse el metafórico título de la obra, que quiere responder al envoltorio urbano oscuro, cerrado, y de una claustrofobia asfixiante; la película imprime esto alejándose de todo tipo de artificio o sobreexposición escénica, lo que le añade aún más interesantes valores.
Aún con ciertos problemas de ritmo e insistencia de recursos argumentales, es difícil poder achacar negativamente algunos de los aspectos formales que catalogan Crater; su buen manejo de las finas líneas que separan la ficción y la docurealidad dan al film una estética y sentido especiales, sintiéndose como un producto rodado bajo cierta fascinación hacia su impostado formato, asimilado con gran naturalidad. La cámara se posiciona delante de sus personajes sin querer tomar partido en cualquier tipo de postura; simplemente, expone los hechos de tal forma que la historia quede impregnada dentro de unos mecanismos tan feístas como directos. Sería muy fácil para los cineastas el exponer cierto carácter negativo en la figura paterna o un sentimiento empático a la exposición de la protagonista, aunque se deje abiertamente que sea el espectador el que tome partida en este aspecto.
Con un poso decadente, y en cierta manera fatalista cuando se descifra el deterioro progresivo de la relación paterno filial, Crater supone el ejemplo exquisito de ver el cómo una historia simple es efectiva por estar enfocada desde el más acertado minimalismo. Un drama que recorre terrenos tan cercanos al espectador como la sensibilidad dinamitada, la cotidianidad abrumadora o la infelicidad, aspectos en los que la cámara de Bellino y Luzi se detiene lo justo y dentro de una prototípica historia de persecución de sueños. Aquí, lejos de convencionalismos de épica dramática o enfatización del buscado éxito, la mirada de la pareja de cineastas se torna en algo mucho más afligido. Que los recursos para conseguir esto partan de un estoico talante creativo por crear una obra cuya emotividad responda únicamente al cercano tratamiento entre la cámara y su objetivo, hace del film una experiencia digna de elogio. Probablemente la marcada personalidad narrativa pueda establecer ciertas barreras hacia el espectador menos permisivo con su confluencia entre formatos, la historia de Crater merece ser vista para quien espere ver el cómo realidad y ficción estén menos separadas de lo que parece.