El año pasado una pequeña joyita gallega que me sorprendió gratamente fue Arraianos (Eloy Enciso, 2012), vista en el Festival de cine Europeo de Sevilla. Este año el relevo de pequeña joyita gallega lo ha recogido la espléndida Costa da morte, que ha dejado el listón bastante alto y se coloca desde ya entre mis favoritas del festival de este año.
Las ideas son claras: retratar la comarca como si fuera el protagonista, donde los humanos son diminutas hormigas que viven en armonía con la naturaleza. Pero es más, intenta capturar ese paisaje mediante un choque entre el sonido cercano y la imagen lejana para captar la esencia de la naturaleza y la labor del hombre en él, de tal manera que el paisaje no se puede ser comprender sin los dos, el ser humano y lo natural.
Y lo consigue con resultados sorprendentes, usando para ello una banda sonora compuesta por los sonidos mecánicos que produce el hombre y sus herramientas mezcladas con los sonidos del viento, marea y lluvia, donde la cámara, salvo en contadas ocasiones, se mantiene a distancia, recreando la inmensidad del paisaje y empequeñeciendo a los hombres y mujeres que viven de la tierra y el mar. No hay planos cortos de los personajes humanos que habitan en el documental, aunque escuchamos sus conversaciones, donde se da a entender otra lucha, en este caso entre historia y mito, como no podría ser menos en un lugar cuyo nombre hace referencia a los trágicos naufragios que han tenido lugar en esta rocosa y lluviosa región llena de niebla.
Con un ritmo que deja saborear los planos, el director sabe imprimirle intención a todas las imágenes, creando interés y haciendo un tour por toda la zona, desde las montañas al mar y como el hombre se ha integrado sin molestar, salvo por el siempre dichoso fuego, que castiga Galicia cada verano de manera sospechosa.
Nos detenemos en los quehaceres diarios de los trabajadores, de su forma de entender la vida, de sus leyendas y mitos que están impregnados en todo rincón. El cineasta nacido en Vigo consigue el milagro cuando logra que palpemos la lluvia o nos salpique el sonido de las olas. Y es que el tratamiento del sonido que hay detrás es simplemente enorme, sobre todo teniendo en cuenta las condiciones y el equipo tan reducido de personas que rodaron durante 6 meses de manera intermitente.
En la rueda de prensa, su propio director, acompañado de los dos productores, nos contaba que estuvo más de un año sin pisar la sala de montaje y que al final consiguió distanciarse del proyecto lo suficiente para desenvolverse con soltura. Lo cierto es que el producto final es impecable, tanto técnicamente como a nivel de ideas que se van dejando entrever entre sus maravillosas imágenes. Hasta su ritmo fluye y se complementa a la perfección con todo lo mostrado.
Lo cierto es que a la salida la sensación general ha sido de muy buen sabor de boca. Nos ha pillado a más de uno por sorpresa.
Así que ya puedo volver a decirlo.
Otro año más, otra joyita gallega por Sevilla.