De un modo similar al reciente e inclasificable Leviathan, Felipe Guerrero intenta filmar la inercia que describen los cuerpos en pleno proceso de trabajo, en este caso a través del corte de caña de azúcar. Pero, a diferencia de la perspectiva empleada por Castaing-Taylor y Paravel (situada, alternativamente, en la nuca de los pescadores protagonistas y en la propia visión de los peces que agonizaban en la cubierta del barco), Guerrero impone un punto de vista distante, impávido, que no se infiltra de forma brutal en la piel de los corteros (como sí lo hacía Leviathan respecto a los pescadores), pero que tampoco deja en ningún momento de observarlos en su rutina laboral. La diferencia de forma, en este caso, repercute en la propia naturaleza de ambas películas: mientras una, a través de lo agresivo de su punto de vista, se revelaba también apasionante y rudo poema visual sobre la dureza y violencia del mar (con algunas imágenes capturadas de forma totalmente inédita), la otra propone una experiencia contemplativa exclusivamente sustentada en el estatismo del encuadre, en una calma extraña situada fuera del tiempo, o con el tiempo detenido.
Este propósito genera sus propios riesgos, y Guerrero no logra evitarlos tanto como uno desearía. Aun inspirado (probablemente) por los trabajos de gente como James Benning y Peter Hutton, los esfuerzos del colombiano por aprehender la poética del paisaje no dan los frutos generosos que sí ofrecían las cintas de los cineastas antes citados. El plano fijo, herramienta mediante la cual Guerrero pretende retratar sin ningún tipo de injerencias externas el ritmo natural del trabajo de los corteros, no es siempre suficiente a la hora de levantar ese trance hipnótico que la contemplación del esfuerzo de esos trabajadores debe generar en el espectador. Es cierto que uno puede abstraerse ocasionalmente de todo lo demás y dejarse arrastrar por la calidad pictórica y lumínica de la luz, por la belleza serena del paisaje, por las sugerentes composiciones del encuadre… pero la magia es siempre intermitente, y la obcecación de la mirada que impone Guerrero acaba desgastándonos, abocándonos al tedio y la impaciencia.
Obviamente, no se puede negar radicalidad a una propuesta semejante, que, entre otras cosas, prescinde de la palabra para centrarse exclusivamente en la retórica de esos cuerpos trabajando al sol. Sí hay (y es quizás lo más interesante de la película) algo revelador en su lento desarrollo, y es la forma en que los corteros van desvelando, plano a plano, la piel y el dibujo de ese entorno natural que ponen progresivamente al descubierto a través de su trabajo. También hay instantes fantasmagóricos, como aquel pasaje nocturno en el que se queman las cañas de azúcar, dejando que el poder hipnótico del fuego se despliegue suave, persuasivamente ante nuestros ojos. Pero son momentos de belleza insertados en un conjunto desigual y demasiado exigente; demasiado confiado, tal vez, en el potencial de unas imágenes que, con frecuencia, no logran escapar de ese estadio de indiferencia del que (supongo) Guerrero querría escapar como de la peste.
El resultado final es una película meditabunda, hosca pero también suave en sus maneras. Cine que, adoptando unos postulados estéticos basados en la austeridad y la desnudez, no consigue labrarse del todo una personalidad propia, sintiéndose a veces sucedáneo (ocasionalmente exitoso) de otras obras de no ficción semejantes en planteamientos pero superiores en resultados (pienso en At sea, de Peter Hutton, por ejemplo). En cualquier caso, la insobornable propuesta de guerrero merece elogiarse por elegir la quietud y la digestión lenta de la mirada en unos tiempos en los que impera el frenesí y las imágenes vacías y atropelladas. Los degustadores de platos calentados lentamente al sol podrán dejarse seducir por un documental que, superadas las dosis (altas) de paciencia que requiere, ofrece al menos una experiencia cinematográfica diferente, basada en las sensaciones derivadas de la pura y dura contemplación por encima de cualquier otra consideración narrativa.