Un año antes de que István Szabó se embarcara en el ambicioso proyecto de retratar la decadencia del Imperio Austro-Húngaro en lo que resultó ser finalmente una de las más aclamadas y fascinantes trilogías de la historia del cine, el autor magiar dirigió una película pequeña, elegante, introspectiva, llamativamente romántica y, como buena producción rubricada con la firma de uno de los maestros imperecederos del cine de arte y ensayo europeo, terriblemente pesimista y demoledora titulada Bizalom (Confianza). Szabó era ya por aquellos inicios de los años ochenta, el director húngaro más prestigioso y popular gracias a una carrera muy bien llevada en la que supo combinar productos muy del gusto del público con otras criaturas cinceladas para hipnotizar a una crítica internacional ávida por devorar un cine radical, personal y extraño totalmente alejado de los paradigmas cinematográficos convencionales. Si bien el primerizo cine del autor de Mephisto se caracteriza por su eclecticismo, bien es cierto que en éste existía una temática recurrente que aparecía como una especie de golpe del destino en las intimistas historias trazadas por István: el afloramiento del amor en un marco impregnado de opresión, carencia de libertad y desconfianza, es decir, un ecosistema en principio no apto para el nacimiento de ese sentimiento que tanto anhelamos y también nos aterroriza a los seres humanos.
Así, en Bizalom el maestro optó por situar la trama en un deprimente cuadro pintado con las peores gotas de dolor y devastación de la II Guerra Mundial, otorgando el protagonismo a dos seres de personalidades y vivencias antagónicas que deben coexistir por las circunstancias del destino en una pequeña habitación aislada del mundo para poder sobrevivir en un entorno plagado de espías y delatores, que buscan cazar todo símbolo contrario a la ideología nazi imperante que ha ocupado Hungría a base de muerte y destrucción. De este modo, conoceremos a Karen, un ama de casa pusilánime, dependiente, poseedora de una personalidad frágil e inestable, quizás debido a la ausencia de amor verdadero que distingue su triste vida matrimonial. Al llegar a su hogar, Karen será avisada que su marido ha tenido que huir de los nazis y por tanto, con objeto de poder huir de las brigadas nacionalsocialistas que han puesto precio a su cabeza, Karen se establecerá, con la ayuda de un amigo, en una casa apartada del mundanal ruido adoptando una personalidad diferente como esposa de otro desertor del nuevo Régimen que responde al inventado nombre de Janos.
Una vez arribados a la pequeña habitación alquilada propiedad de un matrimonio simpatizante de la ideología nacionalsocialista cuyo hijo se halla luchando en el frente, Janos y Karen deberán fingir que son un feliz matrimonio, simulando pues una vida en común inexistente en una realidad marcada por sus tempestuosos matrimonios. En los primeros choques de convivencia se pondrá de manifiesto el diferente temperamento de ambos protagonistas. Ya que la debilidad de Karen topará con el carácter maquiavélico, astuto, receloso y desconfiado de un Janos que por prudencia y miedo no revelará su verdadera personalidad incluso a su cómplice de morada, obligando de este modo a su compañera postiza a memorizar todos y cada uno de los pasajes y datos vitales necesarios para no caer en posibles trampas o errores que delaten su situación clandestina. Por consiguiente, Janos se destapará como una especie de torturador que dominará con su actitud egocéntrica y avasalladora el quebradizo temple de Karen, erigiéndose como una especie de caudillo que despertará la admiración e igualmente los deseos sexuales y amorosos de su colega de habitación de manera inconsciente, que observará en Janos esa figura robusta, valiente y regia ausente en su aburrida y rutinaria vida conyugal.
La hipocresía representada por una vida impostada y falsa será el entorno perfecto para el alumbramiento de una aventura amorosa en la que las apetencias sexuales que brotan desde el amor enfermizo y puro guiarán el camino de dos individuos atrapados en un hábitat opresor, carcelario y por tanto carente de libertad, donde el amor será el único escudo capaz de oxigenar el oscuro destino que parece explotará en el triste futuro tanto de Janos como de Karen. Puesto que ambos serán conocedores que su estancia en la habitación terminará, al igual que su efímera historia de amor, en el momento en el que sus vidas vuelvan a cruzarse con sus respectivos cónyuges.
Amparándose en una trama de manifiesto talante teatral, Szabó supo desligarse de los tics y errores que suelen ostentar las cintas amparadas en una puesta en escena más propia del mundo del teatro, construyendo de este modo un poderoso y potentísimo romance de cosmos muy deprimente gracias a una espectacular fotografía de tonos fríos y decrépitos marca de la casa Lajos Koltaiy, un colaborador habitual del cine de Szabó que compuso por medio de su maestría un cuadro lúgubre, funesto y sombrío que sin duda consigue su objetivo de helar la sangre del espectador. La película avanza a base de pequeños episodios que sirven para descubrir y perfilar la actitud de los dos protagonistas absolutos del film (Karen y Janos interpretados de manera magistral por unos Idilkó Bánsági y Péter Andorai que bordan sus respectivos roles), componiendo de este modo a través de una elegancia supina, una cinta bella a la vez que marcada por esa esquizofrenia que supone representar una vida impostada que poco a poco va tornando a un ambiente más real a medida que el amor empieza a surgir en la delicada personalidad de Karen.
Szabó infiere un ritmo pausado, silencioso, pero a la vez no exento del vigor que requiere una cinta empapada con ciertas gotas del mejor thriller psicológico europeo en el que el suspense recae no solo en la posible caza de nuestros héroes por parte de las hordas nazis que asoman en el ambiente, sino que igualmente la intriga germinará en la mente del espectador ante los vaivenes amorosos experimentados por unos protagonistas que no deseamos que rompan su relación en aras de su propia felicidad. Uno de los puntos más fascinantes del film es sin duda la falta de información que Szabó proporciona acerca del pasado de los protagonistas. En este sentido, el espectador se verá obligado a realizar un ejercicio de hipótesis acerca de las circunstancias que rodearon la fuga hacia adelante, tanto de Janos como de Karen, mediante las pequeñas gotas de información que el autor de El coronel Redl va insertando en el desarrollo normal de la trama argumental. Gracias a esta carencia de información, la cinta logra derivar hacia un entorno donde la guerra que está teniendo lugar en el exterior que únicamente percibiremos a través del sonido de las bombas así como las pequeñas incursiones llevadas a cabo por Janos por las intrincadas calles de la ciudad, se disfrazará con un vestido colmado de opresión y derrota en una guerra mucho más pequeña, pero con efectos igual de demoledores para el alma humana, disputada entre dos seres aislados temerosos de alcanzar la felicidad que supone apostar por la confianza y el riesgo adscrito al nacimiento del amor. Sin duda una de las mejores películas de la historia del cine húngaro que engalana su envoltura con una triste a la vez que hermosa metáfora que conecta el cruento ambiente bélico con el crudo escenario minimalista representado por dos seres incapaces de afrontar su segura soledad simbolizada por la ausencia de amor.
Todo modo de amor al cine.