Tras ser despedido de su trabajo como técnico de teleféricos alpinos, Paul debe volver a casa, donde la realidad de la que lleva huyendo los últimos 17 años se materializará ante su mirada: su hijo discapacitado Julien. Tras semanas de evasión y silencio, Julien le propone a su padre que cursen juntos en el conocido triatlón “Ironman”. Negándose rotundamente inicialmente, Paul acabará por darle una segunda oportunidad a la carrera que no llegó a terminar hace 20 años así como a sí mismo y su relación con su hijo.
Con todas nuestras fuerzas, largometraje de Nils Tavernier, hijo del gran Bertrand Tavernier, nos presenta una estampa casi costumbrista de la vida de una familia francesa viviendo en los idílicos Alpes Franceses. La película intenta apartarnos de los prejuicios e ideas que podamos tener de lo que es la vida de la gente con cierto tipo de parálisis física y de las personas que los cuidan y están a su alrededor. Pero más allá de ser una especie de documentación de las dificultades que eso conlleva, el filme intenta contar simple y llanamente una historia de reconciliación y superación emocional. Intentando recomponer la poca relación que tienen un padre casi avergonzado de su hijo, y un hijo que se da cuenta de esa vergüenza ajena y que se ha pasado prácticamente viviendo al margen de la vida de éste, observándolo de lejos.
Así pues, tenemos un primer acto bastante largo, en el que de forma muy poco sutil y algo torpe, se nos construye la historia de esta familia, y nos allanan el terreno para lo que vendrá después. En el segundo acto, tras varias negativas y rabietas de Julien, Paul accede a prepararse para la carrera. Vemos el avance, distensión y mejora de la relación entre padre e hijo, hasta que nos encontramos con otra traba en la que Julien queda descalificado de la prueba por ser discapacitado. De nuevo, se nos muestra la pasión y tozudez del adolescente, hasta que tras una divertida escena, es readmitido en la prueba y así hasta cubrir otro grupo de obstáculos que nos demostrarán el poder de la voluntad del espíritu humano en situaciones que parece que todo está perdido.
Sorprendentemente, y a pesar de sus obvios errores de base, la película entretiene, sus personajes son mínimamente interesantes, aunque cubriendo las fundamentos para ser poco más tridimensionales que una figura de Origami, y acaba mostrando ciertos atisbos de verdadera emoción en algunas de sus escenas. Pero lejos de eso, Con todas nuestras fuerzas nos cuenta, paso a paso, la prototípica historia de padre e hijo reencontrando esa conexión perdida años ha, teniendo en este caso el añadido de que Julien padece una parálisis física, lo cual provoca que nos produzca mayor ternura y compasión. Tavernier consigue que esos momentos sean mínimos, logrando sacar del actor que hace de Julien naturalidad y espontaneidad, haciendo que nos fijemos más en lo que pasa entre padre e hijo, y no tanto en su obvia discapacidad.
Pero lo que realmente me preocupa de esta película, es la metáfora que se nos intenta plantear a través de esta historia de superación: el hecho de que, tras años de incomunicación aparente entre Julien y su padre, la preparación para la prueba de “Ironman” y su consiguiente realización, sea la experiencia definitiva para que su relación paterno-filial se recupere. Lo que me interesaría saber es: ¿qué pasa cuando Julien y su padre, Paul, regresan a casa? Como todas las películas con final feliz, eso es algo que los creadores nos dejan a nosotros, los espectadores, a ponderar. El hecho que la historia quede tan simplificada, al final caricaturizando a Julien y a su familia, a través de constantes momentos más ñoños que realmente interesantes, hace que Con todas nuestras fuerzas sea otro intento en explicar una historia íntima y desde una perspectiva diferente, aunque al final lo único que haga sea tocar la punta del iceberg, y de forma mediocre, de un tema mucho más rico y complejo.
Esta es una película sin pretensiones, simple y que, en esencia, consigue contar una bonita (aunque anodina) historia de superación ante un obstáculo determinado, y de esas, podemos decir que hay muchas. Lo extraordinario de una película así no está en el hecho que alguien con una discapacidad física tenga que esforzarse más para conseguir lo que el resto del mundo toma fácilmente y por descontado, sino en como se explica esa historia y qué nos lleva a sentir y pensar de nuevo, sin recurrir a clichés, canciones de Sigur Rós o retóricas cursis.