Extraños en un tren finés-ruso.
No hay que escarbar mucho en la historia del cine para hallar ejemplos que manifiesten que el amor romántico no responde a algoritmos o a fórmulas prefijadas, y que la chispa sentimental germina tanto en un verano soleado como en una tormenta invernal.
Compartment No. 6, dirigida por Juho Kuosmanen, tuvo su ‹premiere› en la edición del Festival de Cannes del pasado año, y su principal atractivo reside en las conexiones emocionales que se establecen entre dos individuos diametralmente opuestos. Lo que podría empezar como una relectura de la trilogía “Before” de Richard Linklater, termina derivando en un autocuestionamiento de la relación de pareja, sin necesidad de recurrir a lo que llamaríamos “intelectualidad del amor”.
Una joven finlandesa, que ronda los treinta y cuya novia no le presta la atención que debería, toma un tren en dirección a Moscú para desplazarse al yacimiento arqueológico de Múrmansk, un espacio de conservación que le servirá como liberación personal. Tendrá que compartir el viaje con un desconocido, de cuya convivencia en el mismo compartimento nacerá un inesperado sentimiento de unión.
Ambos son opuestos en cuanto a carácter y pensamiento vital. Se contraponen unos valores humanistas, los que ella representa, siempre cámara en mano y con deseo de reconocerse y reconciliarse con el pasado, a unos materialistas, asociados a él, pues simple y llanamente dice ser un trabajador en busca de dinero. En primera instancia ella se rinde al pálpito amoroso para suplir la falta de atención que sufre, y él ve en ella alguien que le escucha y le sigue la corriente, como al parecer pocas personas han hecho en su vida.
En ese sentido, el episodio del guitarrista como complemento para los matices de los personajes da en el clavo. Para la ambientación se filman unos paisajes nevados y azotados por la gelidez del clima, mientras que las interpretaciones y la radiografía de personajes hacen de esta una experiencia bonita y provechosa. De hecho, parte de la película fue rodada cuando la pandemia del COVID-19 empezaba a estar en auge, y el equipo se vio obligado a mantenerse aislado durante un tiempo hasta que no pudieron regresar del círculo polar ártico.
Los minutos finales reflejan la consumación de la relación, su pico más elevado en cuanto a conexión íntima entre los personajes. Por otro lado, una escena como la del vagón-restaurante acompasa con audacia las actitudes diferentes de ambos personajes, robusteciendo su ligazón y otorgándole un significado poderoso al desenlace.
No deja de ser un reverso para The Worst Person in the World, pues ambas dialogan entre sí de varias maneras. Si la primera celebra el vitalismo, la segunda lo reduce a una posibilidad mínima, pero muy intensa. También es cierto que si la película de Joachim Trier fragmenta la vida de su protagonista en un intervalo de tiempo más extenso, Kuosmanen se decanta por una historia más mínima, pero de aquellas que dejan marca.
Compartment No. 6, definitivamente, es una pequeña oda a los impulsos humanos, sin idealizaciones ni empujes innecesarios.