Adam, un adolescente islandés, no es exactamente lo que se dice un chico normal. Es un caníbal, necesita carne humana para sobrevivir. Sus métodos de caza, aunque un tanto primitivos, resultan eficaces. Pero hay un problema. Al ritmo que va devorando a sus conciudadanos, no le quedará alimento en apenas unos años. Adam decide, por tanto, renunciar a la carne humana, pese a todos los problemas que le pueda acarrear.
De este modo, recorremos el avance de Adam mientras realiza su particular desintoxicación. A caballo entre la comedia y el cine gore, este corto narrado en tono desenfadado, pero que no duda en aplicar imágenes desagradables ni sangrientas, en un claro contraste donde reside todo su buen hacer.
El espectador medio no sabrá si sentirse horrorizado ante las particularidades de este síndrome de abstinencia, que incluyen problemas físicos como dientes rotos, uñas despegadas de los dedos o costras que no cicatrizan, o reírse y sufrir junto a Adam dada su fuerza de voluntad, que le incita a seguir tratando de regular su dieta pese a todos los problemas que sufre en su vida personal y académica por ello.
Fannar Thor Arnarsson vuelve a usar un tema tabú en un corto (En One Way Ticket to Paradise fue el complejo mundo de la prostitución) para mostrarnos su arte, pero sin renunciar nunca a contar las cosas desde un punto de vista diferente: Para el director islandés, lo cortés no quita lo valiente, y los bajos instintos y situaciones anatómicas desagradables no están reñidas con las risas y los buenos ratos.
De este contrapunto Cold Turkey resulta de interés. Parece encontrar la medida justa en todos sus ámbitos: En los niveles a los que puede llegar sin rebasar lo tolerable, en el toque de humor negro que no llega a ofender a nadie, en lo explícito de determinadas imágenes e incluso en el tiempo total de metraje, que parece ser adecuado y conveniente.
En cualquier caso, la mezcla de subgéneros, lo original de la propuesta y el gran enfoque bien resuelto en apenas un cuarto de hora hacen de Cold Turkey una pieza que merece la pena ver, pues, nos guste o nos asqueé, el hecho es que, indudablemente, de algún modo u otro nos impacta. Y no es tan fácil conseguir eso con un simple corto. Una propuesta muy interesante que se defiende por sí sola.