Cold Eyes apunta a paradigma del thriller coreano, y esto, como primera impresión antes de su visionado, no deja de ser algo francamente negativo. Estamos ante un género que cuenta en las producciones de dicho país con dos handicaps; dos, llamémosle, necesidades a cubrir siempre: por un lado el fenómeno “oldboyización” que induce a buscar finales cada vez más retorcidos, sorpresivos, barrocos. Por otro el gigantismo, la necesidad de hacer cada vez las persecuciones, las explosiones, el dramatismo más y más grandes; más, si se quiere, blockbusterizadas en el peor sentido hollywoodiense del término, incluyendo en esto la minorización de unos personajes tendentes a figuras de cartón parlantes.
Todo ello induce a sospechar que estaremos ante películas más impersonales, más fabricadas en serie: más de lo mismo sin rasgos distintivos, sin, como dirían en Super 8, valor añadido. Es por ello que Cold eyes, sin llegar a ser un producto excelso, si contiene la virtud de explorar el como superar estos problemas de producción. Hecho este que nos habla de una película autoconsciente de lo que quiere en vez de un film que busque parecerse a otros.
Cierto es que en lo que a a la acción se refiere, la película no va corta, pero a pesar de ello se busca un enfoque que la situa más cerca de una sequedad setentera que de una explosividad cercana a Michael Bay. Lo mejor, sin embargo, del desarrollo visual de la trama está en la no renuncia a la mixtura de estilos y, sobre todo, en incorporarlos en función de lo que se quiere narrar. Sí, tenemos momentos que se asemejan a la exploración multiángulo de un, por poner un ejemplo, capítulo de CSI, pero siempre vinculados a las capacidades y profesiones (una especie de cuerpo de élite policial en tareas de vigilancia) de sus protagonistas.
Todo ello ayuda a dotar de encanto un argumento que no deja de ser la vieja historia del gato y el ratón. De malos cometiendo delitos y buenos tratando de impedirlo. Con el maestro y el alumno que trata de seguir sus pasos y una némesis tan cruel como elegante y por tanto atractiva. Un relato que nos sabemos de memoria y que, por tanto, nos induce a analizar realmente la importancia del cómo más que del qué.
En definitiva, Cold Eyes deviene una propuesta algo más que correcta en cuanto a que intenta ser algo más que un mero producto de entretenimiento buscando como traspasar las barreras de lo convención estilística. Esta es una película clásica en su desarrollo, muy pensada y planificada en todo lo a que su imagenieria se refiere. Que se sabe poco original y que por ello busca la plasticidad del envoltorio sin caer en la superficialidad. He ahí su gran triunfo, conseguir que la forma penetre en el fondo. Conseguir que lo ya visto sea disfrutable. Que el arquetipo resulte atractivo. Que visionarla sea un experiencia gratificante.