Abismos infantiles
El director de la aclamada por la crítica Girl se abre paso con bastante fuerza en la competición oficial del Festival de Cannes. Léo y Rémi, de 13 años, han sido amigos siempre, hasta que un suceso impensable termina por separarlos de una forma sumamente brusca. Léo se acerca entonces a Sophie, la madre de Rémi, para tratar de entender las causas que han motivado ese hecho.
Si pensamos en otra de las nominadas a la Palma de Oro, como es la última entrega de los hermanos Dardenne, Tori et Lokita, seremos testigos de una narrativa que declina en su complejidad en favor de un maniqueísmo duro y áspero, con vistas a hacer del comentario social su baza principal. Las pretensiones de Close son bien distintas, pues en todo momento es consciente de que es una ficción. Otro film como Playground (Un monde) también se decide por trabajar la subjetividad infantil desde una óptica de conciencia social, pero nunca abandonando una estrategia formal que acreciente la ambivalencia de la película. Close, con este último punto, no acaba de encontrar su voz propia.
Si bien su progresión dramática es algo estancada, las escenas no se extienden lo suficiente y los enlaces entre ellas no son del todo eficaces, la película está confeccionada con mucho tacto y con la suficiente delicadeza como para que el espectador se introduzca de lleno en la historia. En ese sentido, es virtud y defecto a la vez que sean algunos instantes puntuales, como cuando Léo ve por primera vez a la madre de Rémi, los que consigan emocionar de forma más honesta que los instantes cumbre. En los últimos minutos germina una extraña sensación de sentimentalismo, pero Close nunca termina de volcarse hacia una emoción concreta y prefiere dejar cosas en el aire que ser específica. El último plano, por esa razón, es un cierre perfecto que sintetiza la pérdida de la inocencia de su protagonista, que mira hacia atrás con resignación pero prosigue su camino. Se puede decir que lo mejor que ha hecho Dhont es idear el apartado visual de acuerdo con la etapa vital de los personajes, aunque a veces haga proliferar forzadamente la estética por encima del contenido. Las primeras imágenes que se nos muestran, por ejemplo, están afectadas por la falta de pausa, el director se deja poseer por el síndrome del ‹every frame a painting› y no logra que de primeras nos identifiquemos con la circunstancia expuesta. No obstante, conforme avanza el discurso adquiere potencial y termina importando más bien poco que una escena no tenga la suficiente carga informativa. Por citar alguna, las secuencias de los partidos de hockey se antojan reiterativas, dudo de hasta qué punto agreguen matices al comportamiento de Léo más allá de expresar su debilidad a través de las caídas.
Una cuestión que orbita en Close es el descubrimiento de la atracción sexual, asunto que queda neutralizado por la ya explorada muchas veces superación del trauma. Los preadolescentes están filmados con sensualidad, y a pesar de que en algunas interacciones no termina de quedar claro qué les mueve a actuar como tal, Dhont es firme a la hora de construir una primera pulsión homosexual entre ellos, que les llevará a un cierto aislamiento en la clase por culpa de las recriminaciones de los compañeros. En ese sentido, la dialéctica entre la presión social y los sentimientos de Léo y Rémi, que todavía no tienen la edad como para identificarlos y describirlos, hacen de Close algo especial y a tener muy en cuenta. Los momentos en los que prima el silencio por encima de la palabra, pues, cuentan con un gran vigor expresivo. Sin vacilación, ha sido otra firme candidata al galardón, pese a sus irregularidades.