Como es normal, entre las numerosas secciones de la Berlinale encontramos algunas dedicadas exclusivamente al cine patrio. Una de las más importantes es la llamada Perspektive Deutsches Kino, orientada a mostrar e impulsar el trabajo de las futuras promesas del cine alemán. Este año, la película encargada de inaugurar la sección ha sido Freier Fall, del director y guionista Stephan Lacant. Lo más impresionante para mí ha sido la respuesta del público frente a una película en principio con muy pocas referencias, aparte de los actores, que es lo más conocido que tiene la cinta. Escasas acreditaciones de prensa se podían ver en la enorme cola que se formaba dentro del cine Colosseum, más parecida a la de un concierto. Lo que allí se podía ver era gente de a pie, de todas las edades y estilos, a los que les unía una sola cosa: querían ver una película hecha en su país. Resulta sorprendente una recepción tan buena teniendo en cuenta que las películas más alemanas más taquilleras de los últimos años suelen ser las comedias gruesas, grotescas y ridículas de Till Schweiger o Michael “Bullig” Hervig. También la reacción del público durante la proyección y el coloquio de después ha sido encomiable: risas, aplausos, respeto… Así da gusto ver una película, y se contagia el entusiasmo.
Centrándonos propiamente ya en Freier Fall, la historia es bastante sencilla (y típica): un policía aparentemente feliz con su novia embarazada, pero que comienza a tener una aventura con un compañero de trabajo, este sí abiertamente homosexual. Realmente esta no es una historia de amor apasionada, ya que el protagonista no sabe lo que quiere y no está dispuesto a renunciar a nada, lo que le lleva a una espiral de autodestrucción con situaciones que de dramáticas rozan el patetismo, llegando, no sé si intencionadamente o no, a ser casi cómicas. Nunca nos llega a conmover lo que le pase porque el personaje no es empático, más bien de la sensación de que lo que le ocurre se lo ha buscado el sólo y se lo merece.
Stephan Lacant proviene del mundo del cortometraje y la televisión, y este último aspecto se deja notar en un inevitable tufillo a telefilme de sobremesa, a veces incluso un poco innecesariamente adoctrinador. El tema de las relaciones homosexuales hace muchísimo que no es un tabú en el cine, y, a pesar de sus escenas íntimas algo subidas de tono, la película no provoca lo más mínimo, no aporta ningún punto de vista diferente al que hayamos visto en otras películas de este tipo. Sin embargo, Freier Fall al final consigue funcionar especialmente por el buen trabajo de los actores, destacando Hanno Koffler y Max Riemelt, que tienen muchísima química juntos, básicamente te los crees. Habrá pues que darle otra oportunidad a Lacant y ver si más adelante consigue sorprendernos con algo más original.
La otra gran sección del Festival dedicada al cine germano es German Festival – LOLA@Berlinale, en la que se realizan pases de prensa para algunas de las posibles películas candidatas en los próximos Premios del Cine Alemán (cuyas candidaturas se anuncian el 22 de Marzo). A pesar de que como digo, son pases exclusivos para prensa, representada en su mayoría por medios del propio país, el buen ambiente ha sido la misma que en la anterior. En esta sección encontramos, ya sí, importantes nombres del cine alemán actual, como por ejemplo el de Marc Rothemund, que puede que de primeras por sí solo no diga nada, pero si hablamos de su película, Sophie Scholl. Los últimos días, por la que en 2005 el propio Rothemund se llevó el premio al mejor director en el mismo Festival de Berlín, quizás ya nos suene más. En esta edición presentaba (con gran pasión, alegría y entusiasmo, hay que decirlo) su nueva película, Heute bin ich blond (The Girl with Nine Wigs), basada en la historia real de una chica de 21 años que sólo piensa en pasarlo bien, a la que le cambia la vida cuando le diagnostican un cáncer inoperable.
A simple vista, lo primero que se puede decir es que tal vez la historia está tratada de manera algo simplista, pero a la vez es también es esperanzadora, positiva y por momentos emotiva. Se agradece un soplo de aire fresco en un género dado (lógicamente, por otra parte) al más absoluto dramatismo. Rothemund no manipula al espectador, deja simplemente que la historia fluya. Esto provoca altibajos, pero también momentos de gran familiaridad. La protagonista, a través de las pelucas que se pone para disimular la caída del pelo, y que le dan una diferente personalidad según la que use, va pasando, en el que es el peor año de su vida, por diferentes etapas en las que se va conociendo a sí misma.
La película a veces falla porque al principio a la casi debutante Lisa Tomaschewsky parece que el papel le viene un poco grande, pero según avanza la película lo va haciendo poco a poco y se gana la simpatía del público. De los actores adultos, destaca Robert Mohr como el médico, actor que ya había trabajado con Rothemund en Sophie Scholl. En mi opinión, Heute bin ich blond es un buen aunque menor trabajo de Rothemund que nos recuerda la importancia de vivir el presente y aprovechar la vida. No está mal.
Espero que este artículo le sirva a quien lo lea, como mínimo, a interesar a la gente un poco más por el cine que se hace en este país, porque, aunque si bien las dos películas que he comentado no son de lo más destacable (aunque superan la media de mucho de lo que se muestra en el Festival), personalmente me parece de lo más interesante que se hace actualmente, y se merecía un espacio aquí. Mañana volveremos de nuevo con el repaso de las producciones internacionales.