Tras Después de Lucía, en la que Michel Franco nos presentó los entresijos del ‘bullying’ y la venganza, con Chronic el realizador mexicano vuelve a jugar con temas controvertidos, como lo son la eutanasia y la apatía familiar, y con personajes atormentados, regalándonos, eso sí, imágenes poderosas. Tim Roth da vida a David, un enfermero a domicilio que se enfrenta a enfermos graves y terminales. Pero su trabajo es su vida, y lo hace siempre con mucho placer. Sin embargo su vida parece que tiene un vacío importante.
Franco vuelve a jugar con el espectador y sus personajes. Abraza la eutanasia con imágenes secas pero potentes, con las que busca la provocación y evita totalmente la pasividad de los mismos. Por su relato también pasean secundarios que dan la réplica al protagonista, transformando sus relaciones en empáticas. Franco coloca al espectador como observador de primera línea, a través de los ojos de David, incluso se da el placer de repetir el lugar y la óptica que ya utilizó en Después de Lucía para invitarnos a su viaje en coche tras sus pasos. Tim Roth nos hace entrega de un papel pletórico, sublime, misterioso e inquietante. David es el hombre detrás de la calma. Ninguna situación le saca de su sitio, un lugar en el que permanece impertérrito a la espera de algo o de nada. Su personaje resulta, en ese aspecto, algo seco y distante, pero lo cierto es que en el fondo es empático y cercano, al menos en sus interrelaciones con los enfermos que cuida, cuyo trato es delicado y amistoso, ofreciendo siempre el alivio que necesitan. Esos rasgos de personalidad chocan plenamente cuando se tiene que enfrentar a los familiares de esos enfermos, y es que se presentan como su contrapunto: delegan en David el cuidado de sus seres queridos, pero su presencia es apenas perceptible, con lo que los lazos que David crea con esos enfermos se hacen muy fuertes. En realidad Franco pretende presentarnos una paleta de personajes en sus cabales, pero no cuesta entrever que son todos unos enfermos crónicos. En David se denota por su falta de vitalidad, por eso vacío que se intuye en su entregada vida. Hay tensión, incomodidad y mucho dolor cuando se acerca un atisbo de la palabra familia, y de un pasado que parece no querer revelar, o al menos de golpe. Es entonces cuando la soledad se vuelve su particular escudo, el mismo que le sume en ese vacío existencial.
A medida que avanza el metraje, el personaje de Roth, piedra angular en Chronic, va cogiendo más fuerza, va despertando más el interés del espectador. Nos ofrece una montaña rusa de emociones sin apenas subir la intensidad. En su rostro se pueden leer muchos estados de ánimo, pero el cansancio y la angustia son los más presentes. Sus silencios son cada vez más incómodos, y sus actos toman el control por encima de sus palabras, ambos parcos y directos. Franco hace pasar al espectador un mal trago, y le lanza un cubo de agua helada, igual que hizo en Después de Lucía. Su tono sigue vibrante, y presta su atención hacia el personaje de David, del que no conocemos nada y vamos descubriendo poco a poco, como si de un gotero de penicilina se tratase, todo para rematarnos lentamente desde el interior. Chronic resulta al final un artificio artesano “malrollero” que se agradece.