Cineasta inquieto y de miras extendidas sobre una cinematografía que en su particular universo no parece tener límites, Christoffer Boe es uno de esos talentos del cine nórdico actual que ha sabido aunar bajo su batuta las mayores virtudes del llamado cine post-moderno con un reconocible sello propio que funciona a modo de ideario cinéfilo y a través del cual se pueden intuir las claves de un cine escurridizo, inconformista y explorador. Esa virtud, cada vez más explotada en sus films (ahí está la turbadora y recién estrenada Todo irá bien), ha tenido siempre con sus más y sus menos el singular prisma de quien se siente cómodo en el terreno en el que trabaja, y es que si algo destaca en el credo de Boe es el hecho de no despreciar jamás un libreto que, incluso en sus trabajos más tibios, ha mantenido una coherencia en el carácter y tono difícilmente localizable en muchos de los autores actuales a esos niveles.
Precisamente ese carácter es el que otorgaba en la embrionaria Reconstruction (a la que antecedió el mediometraje Hr. Boe & Co.’s Anxiety) las claves de un cine que se empeñaba en jugar con los códigos: construirlos, deconstruirlos y, finalmente, casi en un gesto semiconsciente, destruirlos.
Su primera secuencia en ese sentido ya es toda una declaración de intenciones. Es, de hecho, una de las declaraciones de intenciones más abiertas, libérrimas y desprejuiciadas que se hayan hecho jamás. Y es que el hecho de que el soliloquio inicial (ese off dirigiéndose al espectador, inmutable recurso del metacine) encaje la frase «Recuerde, es todo una película. Todo una construcción. Pero aun así duele.» ya habla mucho en favor del film en sí. Porque a partir de ese instante Boe decide liberar al espectador, como él mismo haciendo que esa voz en off recite esa exacta frase, de cualquier tipo de juicio y, al mismo tiempo, lograr que tome conciencia sobre un film que rebasa los límites de la ficción para adentrarse en un universo en el que muy pocos cineastas han sabido indagar con el suficiente tino: el de los sueños y la irrealidad como mecanismo para construir una cinta sensitiva, en la que las emociones se antepongan a la razón.
Ese halo de ensoñación se edifica durante todo su prólogo pero obtiene un primer instante clave cuando Alex, el protagonista, explique un extraño sueño a su amigo sobre la aparición de una mujer que había generado en él incluso más sentimientos que su propia novia, Simone. A partir de ahí, Boe fija los límites (si es que puede haberlos) de un relato que nos habla del amor en toda su extensión: aquí amor no supone una palabra al aire o un alegato baldío, en Reconstruction amor es olvido, inconstancia, fragilidad, confusión y todo aquello que hace cobrar real sentido a un vocablo que se extiende mucho más allá de lo idílico, tan comúnmente reflejado en el mundo cinematográfico.
Con una fotografía magnífica y muy conveniente del chileno Manuel Alberto Claro (habitual colaborador de Boe y autor de esa misma labor en Melancolía y Nymphomaniac, lo próximo de Von Trier que ya ha dejado alguna estampa de lo más potente), que entiende a la perfección las necesidades del film y con ese granulado complementa el carácter ilusorio que posee Reconstruction, y una banda sonora adecuada, que Boe siempre emplea en la justa medida, huyendo de aparatosas dramatizaciones, el danés sabe levantar un universo inherente a la naturaleza de una propuesta que tan pronto se muestra compleja, como magnética o incluso volátil.
La elección de un Nikolaj Lie Kaas ya experimentado (venía de participar en trabajos como Te quiero para siempre de Bier o Los idiotas de Von Trier) que aquí obtenía uno de sus primeros papeles principales no podía ser más acertada, y es que tras ese aspecto de conquistador nato, el danés supo reflejar la inseguridad de uno de esos caracteres que encontrará ante una determinada situación, el hallazgo de una rubia, frágil y bella muchacha que posee un aspecto sorprendentemente parecido al de su novia, uno de esos dilemas más intensos que complejos. Así es como Alex se verá envuelto en una espiral donde, si bien dejar a su novia atrás no parece ser un gran sacrificio, sí podría serlo aceptar la llegada de esa misteriosa rubia, Aimee, casada con un famoso escritor.
Ganadora de la Cámara de oro en Cannes, no es de extrañar que algunos hablen ya acerca de Reconstruction como uno de esos nuevos clásicos cinematográficos y, pese a la extrañamente mínima repercusión en comparación con los galardones obtenidos, el trabajo de Boe es una de esas citas imperdibles para cualquier espectador, pero en especial para aquellos dispuestos a dejarse llevar, seducir y derruir por un cine que no entiende de pre-concepciones y apunta tan alto como sólo lo podría hacer el talento de un director, Boe, que por suerte dejó su estela de promesa mucho tiempo atrás y ya es toda una realidad. Incluso en los confines de su irrealidad.
Larga vida a la nueva carne.