No deja de ser una experiencia un tanto extraña asistir a una película ambientada en Navidad (que no navideña) fuera de tiempo. Es el problema de este, llamémosle subgénero, que parece que más allá de las fechas señaladas pierde su sentido de ser. Pero de alguna manera este ‹out of context› le sienta de maravilla a Christmas Eve in Miller’s Point ya que, en realidad, parece que estamos ante lo que podríamos denominar una anti-fábula navideña.
Y decimos aparentemente porque el film de Tyler Taormina se divide en dos partes muy diferenciadas. Una en la que, como decíamos, se propone demoler el mito de la Navidad como época de bondad y unidad familiar frente a otra en la que se cede a una cierta tentación de calidez y esperanza. Vayamos pues por partes.
En el primer tramo de la película asistimos a una visión alucinógena, sarcástica, casi pesadillesca de una reunión familiar. Luces de navidad que parecen una versión degenerada de Las Vegas, ruido de conversaciones, caos, y relaciones que tras las sonrisas y besos de postín esconden amargura y veneno. Como si el micro-clima de la casa fuera algo así como el reflejo de un imperio, el americano, presto al derrumbe vestido de oropeles. Una caída donde todo el mundo parece ser consciente de ella aunque se disimule de la mejor/peor manera posible. Una idea que funciona a todos los niveles, tanto en su exposición formal, como en el retrato y dibujo de los personajes y tiros. Todo resulta subversivo, esperpéntico, con un humor tan ácido que desconcierta hasta el punto de hacer de la carcajada una risa sardónica.
Pero, casi sin solución de continuidad, Taormina desvía el foco hacia el escape de los adolescentes de la reunión hacia otra reunión extramuros donde nos acercamos prácticamente a la comedía juvenil de situación del estilo “aventuras en una sola noche”. Y con ello todo cambia: el registro formal y las intenciones. Todos se muestra más pulcro, nítido, hasta inspirador. La intención parece clara: dejar la esperanza en manos de las futuras generaciones y reflejar que no todo está perdido. Que la locura adulta puede parecer responsable, pero que es en la falta de consciencia, en las travesuras adolescentes, donde hay un halo de todo es posible y nada tiene que darse por podrido del todo.
Con esta ambivalencia temática, Christmas Eve in Miller’s Point cobra sentido en esa especie de lucha generacional que se puede trasladar a un sentimiento socio-político. Una idea que funciona en tanto que no se da nada por sentado. Sin embargo, este concepto de film mutante, por así decirlo, no acaba de funcionar del todo. Si bien la idea de dos caras de la moneda está bien pensada, su desarrollo y corte se siente demasiado abrupto. La sensación final es que hay dos películas en una y que la transición entre ambas no funciona como debiera. Una lástima, ya que ambos registros son tan apreciables como impecables a su manera pero en el ‹mix› generan desconcierto. No obstante, es de agradecer el riesgo, al fin y al cabo siempre es mejor, como se muestra en la película, salirse de las normas que caer en un normativismo rutinario. ¡Feliz navidad!
