El aterrizaje este fin de semana en las carteleras españolas de la cinta alemana Respira nos otorga la oportunidad de bucear en la carrera de un cineasta tan interesante como inaccesible: Christian Zübert. Un autor con una trayectoria ya consolidada en su país de origen, pero que aún no ha experimentado ese salto imprescindible con el que abrazar la popularidad más allá del contexto centro-europeo. Echando un vistazo superficial a sus películas, Zübert forma parte de esa generación de cineastas que han adoptado los patrones de la comedia negra para verter ciertas dosis de crítica y denuncia social en el contorno de una Europa del siglo XXI totalmente narcotizada por el mal llamado Estado del Bienestar. Un Estado que en la mayoría de los casos impide efectuar un ejercicio introspectivo de reflexión acerca de esos agujeros negros presentes en las naciones del Viejo Continente que desembocaron en esa crisis económica del 2008 que aún sigue haciendo estragos en el sentido de profundizar las desigualdades observadas entre las clases más pudientes y las menos agraciadas.
Así, Zübert debutó en la dirección de largometrajes en el año 2001 con una comedia negra muy en la línea de esas cintas que pintaban una visión bastante satírica de esa juventud carente de referentes y por tanto totalmente desorientada en esta sociedad de la información donde los libros y las bibliotecas han sido reemplazados por las consolas, las fiestas desenfrenadas y las drogas en todas sus vertientes, incluida la del negocio lucrativo. De este modo Lammbock toma prestadas referencias de obras como Corre Lola Corre, Cosecha propia o El jardín de la alegría derivando el hilo argumental de éstas hacia el de una Buddy movie, protagonizada por dos amigos de perfiles claramente antagónicos, infectada igualmente por ciertos tics Tarantinianos, siendo uno de ellos el hecho de conceder a los diálogos muy deslenguados y cercanos un mayor grado de importancia en la espina dorsal que sustenta el film frente a las escenas más puras de comedia basadas en el gag físico o en las situaciones de enredo.
Y la presencia de Tarantino se siente desde la escena de arranque. En este sentido una conversación trivial y bastante frívola conversada por los protagonistas del film (el avispado, inconsciente y vividor Kai y el introvertido, temeroso y en cierto sentido responsable Stefan), nos evocará directamente a la secuencia inicial de Reservoir Dogs. Aquel inolvidable diálogo en el que los perros de reserva mantenían una afilada discusión acerca del significado del Like a Virgin o del sin sentido de las propinas justo momentos antes de cometer el robo que vertebraba el hilo argumental del film. Pero el glamour innato que desprendía esta escena de apertura en la película americana tuerce su orientación hacia parajes más chabacanos y de andar por casa en Lammbock, exponiendo con bastante caspa las dudas que subyacen en los dos amigos acerca del motivo del despido de la explosiva Erika Eleniak de Los Vigilantes de la Playa para ser sucedida por la no menos arrebatadora Pamela Anderson.
Pero no solo esta sorpresa inicial nos sumerge en el universo de Tarantino. Igualmente Zübert rendirá homenaje al estadounidense adornando las paredes de la habitación morada por los protagonistas con póster de Pulp Fiction, engalanando también el recorrido del film con una banda sonora potente y llamativa donde sonarán acordes tanto del techno clásico alemán como de guitarras acústicas de rock indie.
Sin embargo, hay algo que no me acaba de convencer del envoltorio formal y visual de Lammbock. Y esta piedra en mi zapato consiste sin duda en que al finalizar el visionado de la misma uno acaba con la sensación de haber visto una obra ya mil veces reproducida con diferentes disfraces, y alguno de ellos más logrados que el diseñado por Zübert. La sorpresa brilla por su ausencia y los chistes, bastante gruesos y subidos de tono alguno de ellos, acaban resultando ciertamente indigestos en algunos tramos del film. Ni siquiera el argumento resulta innovador.
En este sentido, Lammbock narra la historia de dos amigos muy distintos entre sí, el atrevido Kai y el reprimido Stefan. Dos compañeros de aventuras que han decidido montar un negocio de tráfico de hachís y productos derivados del cultivo del cáñamo, empleando como tapadera una pizzería a la que sus clientes llaman para solicitar el envío de las sustancias estupefacientes camufladas en las cajas que albergan el plato típico italiano. Pero un problema alterará el normal desarrollo de la empresa. La aparición de una plaga de pulgones en la plantación secreta de marihuana que ambos amigos mantienen escondida en un profundo y apartado bosque. Temerosos de que su agencia sufra las consecuencias de la peste, Kai y Stefan solicitarán la ayuda de un experto traficante, que resultará ser realmente un policía infiltrado inmerso en una investigación para destapar la trama montada por los dos amigos. A todo este embrollo se unirá el hecho de la partida de la novia de Stefan hacia Estados Unidos, punto que avivará el deseo del mismo por retomar una antigua relación con una fogosa amiga de su infancia. Pero las cosas no terminarán funcionando como los dos colegas desean, debido a la cobardía endémica de un Stefan intimidado por la figura de su padre, un juez antiguo fiscal del distrito con influencias en la jurisprudencia bávara que anhela que su hijo siga sus pasos en el mundo del derecho.
La película trata de tocar varios palos mostrando la lucha de Stefan por desembarazarse de sus complejos y miedos en su busca por alcanzar la felicidad apoyado por un Kai que a diferencia de su amigo se revelará como una persona extrovertida, divertida y osada, hecho que conducirá a la pareja hacia un viaje repleto de obstáculos y problemas que salvar en su intento por reflotar el comercio de hachís que han montado para obtener el dinero necesario con el que disfrutar de sus caprichos y vicios juveniles. Pero igualmente la cinta busca provocar la carcajada fácil con un humor muy dialogado y a veces casposo ofreciendo así un retrato de una juventud perdida en su propio ombligo y por tanto narcotizada por el sexo, el vicio y por la superficie más frívola. Finalmente la película se enmaraña en una especie de policíaco con tintes de comedia a través de la persecución que la policía emprende para destapar a estos dos aprendices de traficantes de hachís.
Uno de los puntos débiles del film es sin duda su carácter de obra adscrita a un momento concreto del tiempo. Así esas referencias al ex jugador turco alemán del Bayern Mehmet Scholl (el héroe que el dúo adopta como referencia en la vida) seguramente propiciará que el paso del tiempo erosione los chistes y situaciones ligadas con un nombre que no siempre estará de moda para esas generaciones que descubran en el futuro el film, siendo esperado que éste sufra cierto desgaste asociado al devenir de los años merced a un humor políticamente incorrecto inmerso en la era presente de su producción. Este es sin duda un aspecto que limita los resultados globales de una obra que por otra parte se observa a día de hoy como una de esas comedias juveniles y algo gamberras que plagaron las pantallas de cine en la década de los noventa y principios de los dos mil con una mirada desenfadada, libre de prejuicios y algo de doctrina crítica que radiografiaba una juventud confusa y aturdida ante la desbordante cantidad de información, ocio y perdiciones presentes a su alrededor. Una juventud sin más referentes que la diversión sin freno, las drogas como evasión ante las dificultades que plantea el envejecimiento y la toma de responsabilidades y el fútbol virtual irradiado por las consolas que sustituyó a ese balompié real jugado en las calles por esas últimas generaciones de niños no alimentados por internet.
Todo modo de amor al cine.