Sarajevo es cada vez más un festival donde algunas de las miradas femeninas más interesantes se pasean por las distintas secciones. En la sección oficial teníamos uno de los platos fuertes de la programación, Chevalier, de la cineasta Athina Rachel Tsangari, conocida por ser la productora de esa maravilla que era Canino (Kynodontas, Giorgos Lanthimos, 2009) y más adelante la directora de Attenberg (2010).
Athina y Lanthimos comparten mucho en común. No es sólo una cierta mirada irónica sobre la Grecia actual. Comparten también a un mismo guionista, Efthymis Filippou, que ayuda en el libreto a la cineasta.
Chevalier es una cinta que ha levantado pasiones encontradas, aunque más rechazo que alegría, la verdad. Servidor parece ser uno de los pocos a los que el juego de la directora no se le viene abajo, por mucho que los premios cosechados en Sarajevo sean simplemente una auténtica barbaridad. Pero en fin, olvidémonos de los premios y centrémonos en el cine.
Estamos en un yate, donde seis amigos pasan unas tranquilas vacaciones rodeados de lujo y belleza. Grecia se ha ido a tomar por culo, pero por fortuna, los ricos siguen siendo ricos. Por las noches el yate amarra en un complejo turístico a medio construir. Un lugar fantasma, que desentona con nuestros personajes. Es la única referencia que tenemos de la situación del país, nuestros protagonistas, todos varones, viven en una burbuja aislada.
Al poco de iniciar la película llega el detonante; un juego. Descubrir quien es el mejor en todo. Así que los participantes tendrán una libretita donde irán puntuando a los demás. En cualquier cosa, desde como comen, como roncan, si son valientes, etc. Lo que ocurre entonces es que a partir del minuto diez, todo lo que acontece es mentira. Todo es hipocresía, falsedad, amiguitos ahora pero puñalada luego.
¿Se sostiene la trama? A la mayoría de los espectadores se le desinfla tras unos pocos minutos, por lo que asisten a una repetición continúa de pruebas y algunas escenas cómicas. Y la película se les hunde, hasta llegar a un final que no consigue darle sentido a lo visto.
A mi no me ocurre tal cosa. Los personajes logran salvar la función. Son las relaciones entre ellos lo que hace avanzar la cinta. Si en un inicio parecen una masa uniforme sin grises, poco a poco vamos descubriendo más de cada uno de ellos.
Hay un pequeño detalle que no hay que pasar por alto y que considero significativo. En el yate, además de los participantes al juego, hay otras tres personas que trabajan para ellos. Estos secundarios, a los que podríamos considerar la clase trabajadora, participan en el juego de manera no tan pasiva como pudiéramos creer. Incluso hacen apuestas entre ellos. Nadie parece considerar una estupidez el juego, todos participan o animan a los contendientes. Incluso una esposa de uno de los participantes también se deja engatusar para el juego.
Hablando de las esposas, en la película no hace acto de presencia ninguna mujer. Es un relato masculino donde en última instancia y antes que una radiografía sobre la Grecia actual, es una irónica mirada a una masculinidad ya arcaica, machista en su forma más consumista (las mujeres, en el juego, son como todas las demás cosas, objetos) y paternalista. Los momentos de mayor tensión entre el grupo es cuando se pone en duda la masculinidad de alguno de ellos o las relaciones de pareja.
Así mismo la película tiene un doble juego; todos, desde el mismo momento que se inicia el juego, se vuelven falsos. Pero ojo, antes de empezar el juego ya tenían puesta una máscara. Lo único que hacen es ponerse una máscara tras otra, y cuando alguno de ellos termina por quitársela lo que queda es una persona miserable, infeliz, atrapada y amargada. Hay algunos momentos donde los personajes se confían secretos los unos a los otros, o se guardan las espaldas unos a otros. Es difícil aventurarse si son momentos auténticos o asistimos a otro tipo de máscara.
De todas formas el espectador coge cariño a uno de ellos. Es el que parece más alejado de poder ganar el juego, pero a todas luces nos parece el más sincero. Es el personaje interpretado por el actor Efthymis Papadimitriou.
Curiosamente, el propio espectador acaba resultando otro jugador más, analizando a todos los demás participantes. Lo que ocurre entonces es algo digno de mención; quien tiene todas las papeletas de llevarse la victoria, el doctor, cae mal. Es decir, en su papel falso de hombre seguro y controlado nos cae gordo. Debería ser quien más alta puntuación se llevará, pero simplemente, por el hecho de ser tan estupendo (y ser consciente de su estupenda falsedad para ello) no podemos con él. El resto pueden resultar patéticos, con escenas lamentables o de humor negro, pero a él no se le aguanta.
Como decía, Chevalier acaba resultando más una irónica mirada sobre un idea de entender la masculinidad sujeta al capitalismo que a una radiografía de las miserias de la Grecia actual, aunque estén conectadas estas dos ideas. Una atrevida propuesta de su cineasta, que no será del agrado de mucha gente, visto lo visto en Sarajevo o viendo los comentarios de Locarno.
Y tú ¿te atreves a entrar en el juego?