Kelly Reichardt dirige con Certain Women la mirada hacia lo cotidiano, si entendemos esto como aquella manera en la que se habita el espacio común y el privado en el día a día, con sus conveniencias, sus compromisos y sus dosis de azar. Es así que la directora de Florida orquesta la manera en la que una serie de personas se mueven por el espacio en su vida ordinaria, así, sin más. Centrando la atención en tres personajes femeninos y estableciendo alrededor de ellos tres historias diferentes, Kelly Reichardt compone una película que, rodada en 16 mm, no parece buscar nada más allá de la oscilación inevitable entre monotonía y desviación (ya sea voluntaria o forzosa) que define a la vida. Alegría y sufrimiento, sentimientos efímeros que se derivan del salto del “lo mismo de siempre” al cambio, están presentes en estas tres historias que discurren con la parsimonia de un ritual taoísta mientras se tejen y destejen relaciones en las que el “otro” es siempre motor de la actividad que saca del pozo. Como esa mueca que va de la flojedad típica de la cara (seriedad) a la sonrisa artificiosa cuando se observa a alguien durante el proceso de hacerse una foto a sí mismo para volver inmediatamente después a la posición natural, Gina y su marido Ryan buscarán modificar su día a día buscando construir el artificio protector por excelencia: una casa . Pero no solo ellos recorrerán este curso, sino que una abogada llamada Laura y Jamie, una joven que cuida caballos, andarán por ese camino que va del cauce central establecido al escape aunque en ambas el detonante sea el azar. Si en la primera el camino de la casa al trabajo adquiere cierta variación al entrar en contacto con alguien que ha hecho trizas el camino de lo habitual; será en el caso de la segunda que el encontronazo con una profesora nocturna de Derecho le servirá de fuga que la libere de las ataduras de la acción repetitiva. Si mientras en gran parte de Certain Women se da la virtud de representar de una manera mínimamente natural la cotidianeidad y manipulando el juego de mantenimiento y salida del que ya se ha hablado de una forma progresiva y poco brusca —atendiendo al último de los relatos se da un primer paso de evasión en la protagonista cuando acude a unas clases de oyente, un segundo paso cuando un elemento externo da lugar a convertir la escasa distancia geográfica del colegio a una distancia física, a la que se le suma la emocional, mucho más larga—, son aparentes metáforas demasiado pobres como la salida involuntaria del coche que conduce esta mujer de la carretera como camino principal hacia los márgenes una vez ha descubierto el gusto de la posibilidad, o discursos que reinciden en una obviedad que hasta ahora tan solo mostraban las imágenes como el de Kristen Stewart narrando la estructura uniforme de su día a día, los que hacen que Certain Women no salga de ese cauce principal, y que siguen más películas de las que deberían, de dejar todo super claro y definido.
Con una puesta en escena, un colorido y una textura que en su conjunto hacen que Certain Women se acerque a lo loco a la idea platónica pura, inmutable, eterna e indivisible de lo Indie, Kelly Reichardt narra con humildad, inocencia y sin los sobresaltos que normalmente vician los dramones que hablan de huidas del tedio y demás harturas y apatías tres historias que se despliegan ante los sentidos para mirar con pesar y resignación pero también con cierto afecto hacia el movimiento físico y los quebraderos de cabeza que se dan en ese vaivén que supone el habitar el espacio común y el privado en el día a día.