En el marco del Asian Film Festival y a través de la plataforma Filmin, he podido ver Cassiopeia. Una película surcoreana de este 2022, dirigida por Shin Yeon-shick, que nos cuenta la historia de una joven divorciada, madre y abogada, a la que le diagnostican Alzheimer, siendo su padre el que debe encargarse de cuidarla.
Tengo sensaciones ambivalentes con este film. Nos cuenta una historia poderosa y con una muy sólida base de guion, pero en lo cinematográfico, no termina de ser redonda. Aunque eso sí, es tal la rotundidad de lo narrado y el acertado planteamiento argumental de muchas de sus situaciones, que resulta difícil sustraerse, en algunos momentos, a la emoción ante lo que se nos presenta.
No conozco la filmografía del director, Shin Yeon-shick (en la que parece predominar el drama), sus películas están inéditas en nuestro país. Lo que sí percibo en Cassiopeia, es que queda sobrepasado por una historia —a pesar de que curiosamente, suyo es el guion—, que no está a la altura de sus imágenes, ni de su puesta en escena y que a veces destila cierto aroma a telefilm y algo de brocha gorda.
La película es correcta y pulcra, pero tanto que la emoción que debería transmitirnos, se ve amputada por una contención y una frialdad que acaba permeándose en las propias interpretaciones de sus protagonistas. Estos, encarnados por Seo Hyeon-jin en el papel de una joven cuya capacidad mental se degrada de forma acelerada y Ahn Sung-ki en el rol del padre, resignado y fiel acompañante de su hija, a ratos resultan convincentes, pero en otros momentos también algo asépticos, pecando en su conjunto de cierta artificialidad, aunque como espectador, acabas acostumbrándote a este tono interpretativo.
En cualquier caso, ya he aludido al poder de la historia que, a pesar de todo, emerge en algunos momentos y es capaz de estremecernos, aunque quizás más por lo que podamos evocar sobre nosotros mismos y los que nos rodean que por lo que nos transmitan las propias imágenes, aunque algunas secuencias son acertadamente crudas y descarnadas. Ver el deterioro de una persona joven, su contexto personal y laboral y el carácter anti natura de que un padre anciano deba cuidar de una hija, nos lleva a plantearnos dilemas y paradojas de gran hondura.
Esta especie de vuelta de tuerca surcoreana de Amor (2012) de Michael Haneke, no resiste la comparación con la obra del austriaco. De hecho, este guion pide a gritos un ‹remake› —es la primera vez en mi vida, yo que abomino de los ‹remake›, que digo algo así— a la altura de lo que cuenta, que es una historia tremenda, con un argumento con muy buenos mimbres y a ratos incluso brillante, pero sin un equivalente en imágenes que esté a la altura del texto que adapta.