Fue la premisa lo que me arrastró al Retiro aquel día a las ocho de la mañana: Una ‹cam girl› (llamada Alice; la película está llena de referencias a la obra de Carroll) ambiciosa y dispuesta a hacerse con el puesto número 1 se loguea un día en su web de trabajo para descubrir que no puede emitir porque… ya hay alguien haciéndolo. O al menos alguien exactamente igual que ella.
Daniel Goldhaber e Isa Mazzei abren su película como tándem (siendo él el director y ella la guionista) en rechazo a las obras orientadas por la autoría exclusiva del director. En ambos casos, se trató de un debut. La relación de ambos es inusual: habiendo sido pareja en el instituto, él acabó dirigiendo el porno online de ella.
Detrás de la producción para Netflix está Blumhouse, esa máquina de hacer terror rentable y las más de las veces, digno, siendo la primera colaboración de ambos.
Me preocupaba Netflix inmerso en una obra que ya desde la premisa prometía emociones para el público adulto. Pero nada que objetar: como es lógico aparecen desnudos y violencia, lo contrario hubiera sido ridículo.
Uno de los grandes atrevimientos de Cam es que nos presenta el llamativo mundo laboral de Alice sin alarmismos. No es un mundo turbio; lo que le sucede a Alice es turbio, pero antes de eso teníamos un entorno tranquilo. El peligro es una amenaza exterior, la película rechaza el drama para entregar una pieza de género casi pura. No en vano, Isa Mazzei conoce de primera mano el mundo que está retratando y se ahorra introducciones; el entorno se explica por sí mismo.
Este entorno, tanto el virtual como el físico, es uno de los puntos estéticos fuertes de la película, retratado de un modo rayano en lo ‹kawaii› que despierta curiosidad y empatía a cualquiera que esté sumido en la vorágine cybercapitalista.
La dirección brilla en el transcurrir constante entre pantallas y mundo real, un juego peligroso que le podría haber costado mucho a la cinta. Consciente y coherente con los tiempos que retrata, no hay descanso en Cam. No es un frenesí constante, pero sí mantenido: vemos mucha más información de la que podemos digerir en pantalla; no mirarás de reojo el móvil mientras la película esté puesta. Esto no quiere decir que Cam sea un videoclip, pero tampoco quiere hacernos reflexionar mucho sobre lo que está sucediendo.
Porque, ¿puede sobrevivir una película a una premisa tan arriesgada y sugerente? Eso queda en manos del espectador. Igual es mi modo de ver el cine y, sobre todo, el cine de género, pero para cuando la película tenía que resolverse, ya no me importaba demasiado… en el buen sentido. El viaje hasta aquí había sido satisfactorio, no se arruina una buena comida porque te pusieran un cortado en vez de un café con leche. Con un segundo visionado, lo que se propone muy de pasada en la película —lo dicho, cero tiempo para la reflexión— me ha resultado todavía más sugerente que aquella mañana de octubre.
En resumen, interesante avance en el cyberterror, sendero con el que ya empezaron a flirtear películas como Megan is Missing y The Den y más tarde, de manera mucho más obvia pero no menos interesante Eliminado o Friend Request.