Calabria (Francesco Munzi)

Toda nación con cierta relevancia en la esfera internacional tiene marcada a fuego una serie de estereotipos que difícilmente se podrán borrar, al menos no hasta que hayan transcurrido varias décadas. Entre ellos hay algunos positivos (como el civismo de los países nórdicos) y otros que no hacen daño ni para bien ni para mal (sucede aquí con el traje de sevillanas). Pero los estereotipos negativos sí pueden ser muy nocivos según qué caso. Ejemplo de ello lo tenemos con Italia y la mafia, dos vocablos que irremediablemente van unidos de la mano por mucho que las mafias rusas, chinas, irlandesas y de otras nacionalidades parezcan tener mayor presencia delictiva. Pero la mafia italiana (como otras homólogas) sí ha generado algo muy bueno para la humanidad: el cine surgido a raíz de esa temática. A todos se nos vienen a la cabeza obras archiconocidas como la trilogía El Padrino, Uno de los nuestros o Los Soprano. Sin embargo, esas películas y otras tantas más tienen su punto de acción en EEUU y las raíces italianas se usan como excusa para justificar el carácter de los personajes. ¿Qué ocurre entonces con la mafia italiana que actúa en el país transalpino?

Una respuesta para esa pregunta nos la ofrece Calabria o, haciendo caso a su título original, Anime nere (bastante más definitorio del conjunto), film dirigido y co-escrito por Francesco Munzi y que adapta libremente la novela homónima de Gioacchino Criaco. La obra nos presenta un pueblo cualquiera de la región de Calabria donde una familia de mafiosos se debate entre cumplir con su “deber de honor” u olvidarse de toda actividad delictiva y centrarse en cuidar de sus respectivas familias. Por supuesto, cada personaje tiende más a una opción que otra, produciéndose roces entre ellos y llegando a poner en entredicho si cuidar a la familia y defenderla son términos contrapuestos.

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En cosas como la mencionada radican las virtudes de Calabria. La sucia fotografía empleada para plasmar las calles y casas, mar y tierra, gente noble y mafiosos, no hace sino engrandecer el espíritu de una película que pretende plasmar con pelos y señales lo que sería el día a día de una familia de ese estilo. Munzi sabe dotar de vida a cada individuo de manera que al acabar la película sabemos quién es quién; todo lo contrario que los primeros minutos de la obra, donde no paran de salir personajes y generarse tramas hasta tal punto que creemos que la confusión no habrá quién la solucione. Por fortuna, no sólo se corrige esta cuestión, sino que el director maneja los tiempos para otorgarle a cada uno los suficientes minutos como para que resulta extraordinariamente complicado dilucidar quiénes son los protagonistas y quiénes los secundarios.

Hay que tener en cuenta que Munzi se toma su tiempo para contar cada escena, de manera que quien espere un relato trepidante y fácil de digerir se llevará una desilusión. Están todos los ingredientes de las películas de mafiosos: disparos, asesinatos, funerales, capos, soldados, policías tráfico de droga, pasta de comer y pasta de la que se lleva en el bolsillo, pero en su conjunto la película evita un montaje demasiado rápido que la hubiera convertido más en un thriller con cierta negrura a lo Ritchie que en lo que es realmente: una crónica a pequeña escala sobre la criminalidad en la mafia calabresa. Tampoco es oro todo lo que reluce, y en este caso la película peca a veces de una frialdad excesiva, su ímpetu por alejarse de la acción para ganar en credibilidad y sentido artístico provoca que los puntos álgidos de la obra puedan provocar en el espectador una impavidez que nunca es idónea.

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En cualquier caso, sobran los motivos para que el visionado de Calabria se convierta en un ejercicio más que interesante. Si ya de por sí las historias de criminales y demás gente que vive al margen de la ley suelen despertar una cierta atracción en el espectador, las cotas de interés subirán como la espuma cuando éste se dé cuenta de que lo que le están contando puede estar sucediendo en ese mismo momento en alguna parte del sur Italia. Por supuesto, es necesario estar prevenido para lo que uno va a ver, hacerse a la idea de que el estilo del director no está en concordancia con los gustos del espectador medio, por lo que aquellos más imbuidos por el ritmo alto de otras producciones seguramente se pierdan en un mar de bostezos. Para todos los demás, supondrá una grata ración de mafia rural bajo el manto de lo real y creíble.

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