Brutal Heat (Albert Hospodářský)

No son pocas las veces que hemos afrontado el fin del mundo en la gran pantalla, y ya no hablamos de grandes ‹blockbusters› o cineastas populares que han arrojado su particular visión sobre las posibles consecuencias de hacer frente al desenlace último de la humanidad tal y como lo conocemos, sino también de propuestas como Los últimos días del mundo (Arnaud & Jean Marie Larrieu, 2009), 3 días (F. Javier Gutiérrez, 2008) o 4:44 Last Day on Earth (Abel Ferrara, 2011), que han aportado su particular mirada desde ópticas tan dispares como las de la comedia, el thriller o el drama. Albert Hospodářský se suma a esa tradición asiendo como principal amenaza un meteorito que se dirige hacia la Tierra y que irá haciendo que la temperatura se eleve hasta un límite difícilmente tolerable. En dicho marco, un joven llamado Vincent deberá resistir esa amenaza de camino a la cabaña de un amigo, sobreponiéndose no únicamente al calor, sino también a un ambiente enrarecido en el que se reflejarán los efectos de la posible llegada de ese meteorito, trazando un viaje no sin ciertas connotaciones humorísticas —algo que ya anticipa su escueto prólogo mediante los rótulos que nos ponen en tesitura acerca de la situación—, pero que ante todo manifiesta un estado de confusión que alterará los planes de Vincent.

Brutal Heat recoge esa anomalía huyendo de la plasmación de atmósferas o de la reconstrucción de ambientes que tan eficaces suelen ser en el cine apocalíptico —de hecho, el trabajo fotográfico realizado por Tomás Uhlík parece contraponer ese enfoque—, haciendo incluso que ese viraje que podría tomar la cinta en torno a la ‹sci-fi› se sitúe en un plano muy secundario. Por contra, el cineasta checo indaga en un mosaico de personajes cuya anomalía queda retratada con presteza, en especial a través de esa escena del tren donde el protagonista sostiene una surrealista conversación con una anciana. Es, de hecho, el trazo de que dota Hospodářský a su obra, aquello que suscita un carácter diferencial en tanto parece que estemos ante seres de otra dimensión, cuando en realidad no es más que una causa-efecto producida por el trastorno que trae consigo la noticia.

Así es como Vincent iniciará un viaje que por momentos bordea el absurdo, pero que no hace sino constatar lo desapacible de un mundo que se ve plasmado en esa (in)humanidad insólita y descarnada. Puesto que aquello que nos presenta Brutal Heat mediante esa composición tan particular no deja de ser el resultado de una sociedad que ni siquiera arroja los peores vicios ante una situación de extrema urgencia, que es incapaz de renunciar a aquello que los define, despojando así de toda empatía a los seres que conviven en ese universo, y retratando la falta de escrúpulos de individuos que acentúan, si cabe, sus carencias ante una realidad que les rebasa pero no constriñe ni mucho menos sus impulsos.

Hospodářský despliega de ese modo un microcosmos donde la moral se antoja más corrompida que nunca, dibujando un trayecto que en esa sensación de extravío absoluto o indeterminación bien pudiera recordar al cine independiente norteamericano, sobre todo en esa falta de brújula que si bien en aquellos tiempos se establecía a raíz de una pérdida de los valores que daban forma a la sociedad, en Brutal Heat se produce ante una previsible falta de orden o autoridad. Un hecho que el cineasta no termina de perfilar con suficiencia desde ese tono rupturista que propone en alguna ocasión, y que resta eficacia al film, quizá en parte por el hecho de no llegar a condensar esas atmósferas las veces tan determinantes, haciendo del debut del checo una de esas rarezas que ningún amante del cine apocalíptico debería desdeñar, pero a su vez un intento que no llega todo lo lejos que uno hubiera deseado.

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