Borgo (Stéphane Demoustier)

He decidido que mi nuevo género favorito, el que quiero visitar hasta dinamitar el tema es el de mafias corsas. No importa los años que pasen, ese ideal de europeos metidos en guerrillas de barrio dentro de una ínfima isla mirando siempre de soslayo a Francia con el ansia viva de aniquilar a todos los habitantes de la península para poder recuperar su libertad es fascinante. Las películas se repiten, metódicas, ante unos combatientes que no han modificado en exceso su forma de actuar con el paso de los años, donde la isla sigue impoluta, llena de nuevos visitantes intrigados por imágenes paradisíacas, mientras sus lugareños siguen unas normas no escritas que les hacen sentirse únicos, sin importarles el encasillamiento de su imagen lo más mínimo.

Demoustier se mete de lleno en la cerrazón poco hospitalaria de Córcega con una historia que avanza en dos direcciones. Por una parte tenemos a un joven policía intentando resolver un asesinato con pinta de ajuste de cuentas en el aeropuerto, ilustrado como un proceso administrativo más que intrigante; por otra, conocemos de un modo más detallado a Melissa, una funcionaria de prisiones recién llegada a la isla que trabaja en Borgo, la cárcel que da nombre a la película, para vigilar el módulo donde mantienen a los corsos, ajeno a extranjeros y con un régimen mucho más abierto de lo que suelen conocer otros centros penitenciarios.

Aquí es donde se estructura realmente la magia del cine. Melissa y su marido no se adaptan con facilidad a la hostilidad de su vecindario, poco acostumbrado a foráneos, complicando ese ideal de nuevo comienzo con el que viajan a la isla. Demoustier adapta su lenguaje a los personajes elegidos y consigue que nos crucemos con un perfeccionista trabajo por parte de Hafsia Herzi, una madre joven con un carácter seco y distante, una mujer hermética que sabe hacerse respetar y busca soluciones en vez de enfangarse en sus propios problemas. No se amedrenta tampoco ante el recelo inicial que presentan los presos con su presencia, poco dispuestos a escuchar a una mujer racializada que les intenta poner en su sitio. Con una situación necesitada de un cambio de rumbo, Demoustier nos ofrece una salida al conectar a Melissa con un preso aparentemente inofensivo que decide por su cuenta proteger a la joven. Un punto de partida donde podemos indagar en ese personaje femenino que choca con los tópicos aferrados a este tipo de cine, al marcar a fuego las motivaciones de ella para seguir adelante en toda la problemática que va encontrando en su camino. Se dice que en el módulo carcelario quienes realmente vigilan son los presos a los carceleros, y con esta máxima se va recreando el suspense mientras se van atando cabos entre todos los enfoques del film.

Sí, estamos en terreno conocido en cuanto a delincuentes corsos se refiere. Unas mismas consignas políticas, atentados, flujo de influencias y golpes de suerte demasiado buenos para ser verdad, con alguna característica imagen en la que se mezclan idílicos entornos con armas de importación y jóvenes en chándal practicando tiro. También está esa iniciativa de compartir espacio con actores no profesionales corsos, que implementan un poco de realidad a la pantalla, llegando a compartir secundarios con la también reciente Le royaume.

Pero hay espacio para la diferencia, aunque sea pequeña, al enfocar Borgo desde la funcionaria que, buscando el equilibrio se cae por el precipicio de la forma más rocambolesca, creando la tentación desde los rasgos más elementales de la sociedad, mientras empodera, a su modo, a su heroína, Ibiza, la chica de la canción que consigue un lugar en la cárcel, al menos en apariencia, y que lucha por sobrevivir a la isla soñada, no tan inclusiva como parecía, mientras equilibra una vida familiar llena de altibajos.

Hay algunos detalles demasiado forzados para darle forma al drama y al thriller, pero son muchas las escenas que permiten a Hafsia lucir su buen hacer en un mundo que solo huele a hombre, de vieja escuela, que por momentos Demoustier idealiza, dando peso a las palabras y a los actos para fortalecer el relato. Parece que Borgo no es especial como thriller criminal pero sí es magnífica como thriller criminal corso, y eso es lo único que importa, una de esas historias donde afianzar líderes como perdedores natos.

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