Cuando Blind Detective salió de Cannes abucheada, más de uno se preguntó si realmente Johnnie To lo había hecho tan mal como para merecer ese trato. Más tarde, y con la elección de sus dos nuevas cintas para Sitges, así como la firme sentencia de que Blind Detective era la película que Johnnie To consideraba más suya de ambas, la extrañeza aumentó ante un film que muy pocos se habían atrevido a defender debido a la mixtura de género que el autor de Election practicaba en su nuevo trabajo. Una vez vista Blind Detective, se puede asegurar con firmeza que es una obra mucho más personal del hongkonés (si bien en Drug War hallamos un tono mucho más cercano al To de siempre, aquí parece cerrar filas entorno a una propuesta que se dirige hacía donde él quiere en todo momento) que esa Drug War a la que también merecerá la pena dedicar un espacio a parte.
No puede dejar de resultar extraño, por otro lado, el recibimiento a la cinta de To en Cannes, de un To que desde el primer minuto muestra cuales serán sus cartas y las marca a fuego para que el espectador conozca de antemano si entrará en la propuesta o se alejará hasta dejarla olvidada en terreno de nadie. De este modo, la polémica y ríos de tinta que corrieron contra To quedan pormenorizadas por un arranque en el que ya nos topamos, de sopetón y frontalmente, con un Andy Lau mimetizado para la ocasión: policía ciego, ávido probador de la remesa gastronómica que ofrece Hong Kong, con un carácter muy particular y, porque no decirlo, bastante jeta y aprovechado. Esa práctica pero certera definición es clave para entender hacia donde se dirige el trabajo de un Lau totalmente histriónico y desbocado al que ayuda un uso del sonido que en todo momento resulta atronador, e incluso en ocasiones hasta estridente.
Su pareja de baile la encontramos en una Sammi Cheng que ya había trabajado anteriormente con To (más que nada en comedias románticas del director), que no solo corresponde la fantástica interpretación de Lau, sino además forma junto al protagonista de Yesterday Once More (cinta de To en la que ya se encontraron) una de esas parejas que rebosan química por los cuatro costados y de la que más vale la pena no perder detalle por los momentos tan divertidos que comparten ambos actores en pantalla. Y es que aunque enmarcada en el policial, Johnnie To construye una suerte de comedia ¿romántica? que se aleja de toda idea preconcebida que podamos tener del género, dirigiéndose a un humor mucho más salvaje de lo habitual, y dibujando en la cara del espectador una sonrisa que, de tanto en tanto, deriva en carcajada con alguna lagrimita de por medio.
Todo se debe a que el hongkonés realiza la apuesta máxima, el todo por el todo, y se guarda las medias tintas para otro momento. En Blind Detective, o lo tomas o lo dejas, pero si se comulga con un humor un tanto atípico, no faltarán las carcajadas, y aunque To peque de no saber medir en algún que otro momento (la aparición de esa abuela desbocada, o ese final que incluso podría decirse peca en cierto modo de ridículo), da señas de saber ante qué está y hacía donde lo quiere llevar. Porque el hecho de que realización, montaje y acting acompañen en una película de este gran cineasta ya no debería sorprender, pero el de tomar la comedia como principal arma para construir un desbarre de las características de Blind Detective, no sólo debería sorprender, sino además debería ser de loa por tener el arrojo de componer una propuesta tan intensa y divertida (aunque, en la comedia, como en tantas otras cosas, resulte todo muy subjetivo), donde encontremos a una de las mejores parejas de la última década, y a un cineasta al que, por muchos quieran enterrar, sigue en plena forma toque el palo de la baraja que toque. Chapeau.
Larga vida a la nueva carne.