Black Water: Abbys es uno de esos (sub) productos de difícil digestión y comprensión. Ya no tanto por lo complicado de su entramado argumental (todo lo contrario), sino más bien las motivaciones que llevan a su existencia. No hay nada que objetar a las series B (ni tampoco a las Z), ni tan siquiera a las secuelas “bastardas”, por así decirlo. De hecho son productos más que necesarios siempre y cuando sean autoconscientes de sus limitaciones y busquen ante todo ese punto de locura justa que compense sus carencias. El film de Andrew Traucki adolece precisamente de todo lo contrario, no solo es poco original, picando de aquí y de allá de múltiples referencias, sino que además es plana, sosa y realizada con una desidia incomprensible en esta clase de films.
Mezclar cocodrilos gigantes con una puesta en escena deudora de The Descent es a priori una buena idea, siempre y cuando las víctimas sean carne de cañón propiciatoria, auténticos descerebrados que en sus aventuras inconscientes acaben víctimas de las fauces del monstruo en cuestión. Pues bien, en Black Water: Abbys tenemos un cocodrilo insinuado más que visto, unos ataques ausentes de originalidad y filmados sin la menor tensión, y un puñado de víctimas que no solo no tienen carisma, ni tan siquiera esa empatía del bobalicón simpático, sino que son tan anodinos como el propio depredador.
Por si fuera poco, en un intento de otorgar algo más de empaque y solidez a la trama, se nos dibujan ciertos conflictos sentimentales entre el quinteto protagonista que quieren ser decisivos y traumáticos y acaban por resultar tan esquemáticos que no dejan de parecer intrascendentes, sonando como meras excusas para intentar tener algo más trascendente donde agarrar el film.
Todo ello genera un sinfín de situaciones aburridas y carentes de emoción donde ni siquiera aparece ese placer culpable de ver como caen devorados los protagonistas por sus actos estúpidos. En su lugar entramos en un bucle de estrategias insípidas confusas para escapar que configuran un ‹survival› anodino y rutinario,
Para rematar la faena, Traucki nos obsequia con un giro final tan absurdo como innecesario. Un recurso que, si el film hubiera tenido un tono más festivo, hubiera servido como perfecto colofón al desmadre general pero que, en este caso, suena a vuelta de tuerca improvisada y desesperada para salvar los muebles mediante una escena de impacto que, por si fuera poco. muestra por primera vez al monstruo en todo su escaso esplendor revelando la pobreza de medios reflejada en un CGI flojo que anula cualquier atisbo de miedo al cocodrilo en cuestión.
Resumiendo, poco puede aportar Black Water: Abbys al género que no sea ser paradigma de cómo nunca hay que realizar un producto de esta índole. Ni como pieza autónoma ni como (pseudo) secuela de Black Water. Película, por otro lado, que tampoco merecía tanta atención ni continuación en formato secuela. Un desastre que casi no entra ni en esa categoría de películas infames a rescatar quedándose, sencillamente, en un pasatiempos aburrido y francamente olvidable.