Cuenta Fermín Muguruza, líder de Kortatu y Negu Gorriak, que el germen de la historia de Black is beltza nació de una fotografía. En ella se observa a la comparsa de los gigantes de pamplona circulando por la quinta avenida de Nueva York en 1965, en la que se prohibió desfilar a dos gigantes negros a causa de la segregación racial presente en los Estados Unidos de la época.
Desde los escenarios o las letras de sus canciones, Muguruza ha derrochado siempre compromiso político, mostrando sin ambages su ideología y su manera de entender el mundo. Black is beltza sigue esa misma línea, centrando su trama en algunas de las luchas sociales más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Adaptada del cómic homónimo del propio Muguruza junto al guionista Harkaitz Cano y el ilustrador Jorge Alderete, la película sigue a Manex, un fotógrafo vasco-francés que se ve envuelto en la vorágine de protestas, contracultura, espionaje y revolución que caracterizaron a los años 60 del siglo pasado.
Muguruza ha decidido mantener en el film las mismas ideas visuales que tenía el cómic: un trazo definido, un dibujo mayormente realista y una trama repleta de aventuras. Si la adaptación funciona en este caso es porque aquellos elementos en los que el cine animado se diferencia del cómic —el uso del sonido y el movimiento— están especialmente cuidados y trabajados, especialmente el primero, con un buen reparto de voces (de Unax Ugalde a Willy Toledo) y una banda sonora magnífica, que sabe recoger los diferentes estilos musicales de la época y de cada lugar por donde pasa el protagonista.
Black is Beltza es tanto una película política como de aventuras, un viaje muy movido por algunos de los eventos más destacados de finales de los años 60. Precisamente ese movimiento continuo, ese viaje sin aliento entre diferentes luchas y países que hace la película tan entretenida y amena, es también lo que puede provocar un cierto rechazo ante la abrumadora cantidad de referencias históricas y culturales. Pese a su indudable compromiso con unos valores (revolucionarios, antifascistas y antirracistas), las revoluciones, protestas y luchas de Black is Beltza se ven reducidas por momentos a un mero ‹name-dropping›, a citas a pie de página que no se paran a analizar ni los motivos ni las consecuencias de dichas luchas. También en su debe se encuentra la ausencia de personajes femeninos que sirvan de algo más que de intereses amorosos de su protagonista o de referencias en segundo plano.
Black is Beltza es un film con varios puntos de interés. Por una parte, es una película hecha a medida de los amantes del cómic contemporáneo, tanto por su estilo de narración como por su alma de puro entretenimiento. También es una buena película de animación para adultos, que si bien no ofrece demasiadas innovaciones formales, sabe mezclar muy bien la imaginación visual del cómic con los elementos puramente cinematográficos. Finalmente, desde un punto de vista político o histórico, se trata de un repaso rápido, quizás demasiado superficial, de algunos de los eventos más significativos de uno de los periodos más convulsos del pasado siglo.