Black (Adil El Arbi, Bilall Fallah)

Siempre he sido un poco misántropo, o al menos poco dado a apreciar el comportamiento humano, pero creo que además me estoy haciendo viejo. Eso, o me estoy acarlosboyerizando. Una de dos. En cualquier caso, voy a optar por la primera opción y escribiré una crítica como si fuese un anciano, como alguien que dice frases inconexas, aunque con algo de sentido, que todo ya le da igual, excepto tener que enfrentarse a los cambios producidos en una sociedad que cada día se distancia más de él. A partir de ahora, soy un anciano (o Clint Eastwood).

Black

Me imagino a los directores Adil El Arbi y Bilall Fallah reunidos con el resto de guionistas mientras desarrollaban la idea principal de Black y sus recovecos:

— Hay demasiadas muertes por tiroteos entre bandas en nuestra sociedad, 23 desde 2002, tenemos que hacer algo que conciencie a todos los chavales que crean que estar en una banda e ir de malote mola.

— ¿Y cómo?

— Hagamos una versión de Romeo y Julieta adaptada a nuestros tiempos; un clásico modernizado y que use el lenguaje de la calle. Podríamos crear personalidades más cercanas a la realidad; para ello, cambiaríamos a las familias Capullote y Mongolesco por dos bandos de diferentes barrios y culturas, aunque mantendrán los mismos apellidos, y así los jóvenes se sentirán mucho más identificados con los personajes.

— ¿Y qué podemos hacer para que los protagonistas se conozcan? Los bailes de máscaras ya no tienen el mismo éxito que antes.

— Bastaría con sustituirlo por un encuentro en una comisaría de policía y si eso en el metro, para dar más dramatismo, y así tendremos un romance aún más creíble.

Black

Y es que hay dos formas de acercarse a Black para apreciarla, ya sea desde el romance imposible que se nos presenta, o desde el mundo de las pandillas y los clanes callejeros. En ambos casos haremos uso de nuestras mejores intenciones, como los directores. Sin embargo, resulta bastante decepcionante comprobar que estamos ante una historia de amor más cercana a Los Serrano (donde no quedaría mal del todo), que a William Shakespeare, aunque este escritor también destacara por construir protagonistas capaces de resolver sus problemas de las formas más rocambolescas (por no usar otro adjetivo). Por otro lado, la parte de la historia que se centra en la maldad humana, los grupos y la delincuencia, nos aleja aún más de la película; puede que por no tener ningún trasfondo, más allá del conocido o intuido por nosotros. No les conocemos, sólo son gente que pasa por ahí y actúa como cree conveniente, aunque a veces se nos quieran dejar caer algunas respuestas a preguntas que deberíamos hacernos y, no demasiado a menudo, nos hacemos (o se intenta exculpar a los protagonistas de sus pecados). Es decir, al principio los dos personajes principales (Martha Canga Antonio y Aboubakr Bensaihi) hacen lo mismo que los “malos”, y ellos se lo toman a risa y se lo pasan bien; en cambio, una vez se enamoran, ya no les hace ninguna gracia. ¿Por qué? Porque están enamorados.

Los jóvenes de Black son bastante irritantes. El que no es un malote con ínfulas mafiosas, violento y agresivo, está colocado o borracho, o es un salido que va buscando sexo (a su manera). ¿Qué diferencia a El Padrino o El precio del poder de Black, aparte de lo atrayente de la ambición y el poder mostrado en las dos primeras? Que nadie soporta a los adolescentes; no se soportan ni ellos mismos… y eso no ha cambiado desde los tiempos de Shakespeare (lo que ha cambiado es que al segundo día ahora ya están dale que te pego). No hay demasiada química entre la pareja protagonista, pero sí los suficientes intercambios de fluidos para parecer creíble. Y supongo que como retrato de una porción de la sociedad, Black es un 10, pero un sobresaliente sin ningún atractivo. Unos chicos que siempre tienen un pollo en la garganta listo para ser excretado, y que hace que cuando veo a nuestros dos enamorados comiéndose la boca, sólo pueda acordarme de los lapos que lanzaban antes… Y sin necesidad de beber grog.

Black

Existe una hipótesis de la robótica, llamada Valle inquietante, que dice que cuanto más se parezca un robot a un ser humano, mayor será el rechazo contra él, algo que explicaría, por ejemplo, por qué las cintas de animación con personajes humanos carecen de un realismo completo en ese sentido (ya que no se busca). En cambio, cuando de humanos se trata, parece que cuanto más diferentes sean, más rechazo y odio absurdo habrá entre ellos. Quizá por eso Mefistófeles ha abandonado su forma humana y se ha convertido en arma de fuego. Ahora compra almas a cambio de balas y facilita que otros se acribillen a balazos. A él no le importa ese final, a los participantes de los tiroteos parece que tampoco, igual porque se creen que es una película y que la vida vale poco o no termina, al ser ellos los protagonistas, que las demás personas están ahí para satisfacerles. Habría que preguntar a sus familias. Lo jodido es que Black muestra una realidad, con estos personajes y sus hábitos, difícilmente soportable para el espectador. No importa lo cierta que sea esa realidad, y sea cual sea el discurso que hay detrás del guion, y tenga la dirección que tenga (más que correcta), y haga el uso que haga de los recursos que tiene (la ciudad que lo ve todo como si hubiera una pantalla delante)… el resultado final es bastante irregular, con un clímax que obtiene lo opuesto de lo pretendido, mezclando lírica bucólica, abstracción y tiempos muertos musicales algo carentes de sentido.

Vale, ya: los dos protagonistas (y otros tantos) son víctimas de un sistema que da subsidios y mantiene en los mismos barrios a los distintos que son culturalmente similares, para fomentar su inclusión social (¿?), y no son parte del problema, sino consecuencia de él, pero eso no te vuelve un inocente sin libre albedrío o capacidad de decisión. Todos sabemos diferenciar entre el bien y el mal, y empezamos a intuirlo desde bien pequeños, mientras formamos personalidades con mayor o menos éxito y carácter. Pero, en serio, ¿dónde está la gracia de pegarse?: ¡Hey! ¿Qué tal si nos pegamos hasta llegar a matarnos? ¡Así creamos entre nosotros una sensación de pertenencia al grupo y una mayor unidad! En el fondo hay que pagar los traumas del pasado o las limitaciones impuestas por uno mismo con el resto de la humanidad, ¿no? Porque intentar pasar más tiempo sólo para solucionar cada uno mismo sus mierdas sin dar por saco a los demás es demasiado difícil; mejor recurrir al amor para arreglarse, así, si la relación se rompe, puedes volver a caer en tus historias y culpar a los demás. ¿Denuncia social? Claro, ¿un buen intento? La sombra de otras películas mejores es alargada; y ésta no genera ni la mitad de ese interés. Ese es su principal problema, que no te importa nadie, salvo los dos policías principales, porque te hace gracia que en la misma comisaría el policía negro hable con los detenidos negros, y la policía marroquí trate con los detenidos marroquíes, ambos en francés (y el perro seguro que también importa, aunque sea de los que da miedo según a quien acompañe).

Black

¡Chavales! A ver si no escupimos tanto, y no me pisen el césped, ¡copón! Maldita juventud, que se cree que el amor son dos polvos a cámara lenta.

Black is black, I want my baby back (…cantó el protagonista en un momento dado).

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