De la cinematografía filipina llega Birdshot, una obra que rápidamente se pueda anclar a un supuesto de thriller rural que, dentro de las habituales constancias del cine de aquel país, se aprovecha enormemente de la curiosa y propia orografía de sus terrenos; aquí, unos anexos terrenos a Manila, buque insignia de ubicación del cine filipino, donde se desarrolla esta historia bifurcada en dos tramas que de manera esperable se acabarán uniendo. Por un lado, Birdshot, haciendo alusión a su título, se centrará en la relación paterno filial entre Diego y Maya, con una intrahistoria detrás que se detonará cuando la joven (perfectamente instruida por su padre en el arte de la caza) aniquile con su arma a un águila filipina en peligro de extinción, algo considerado como grave delito en el país; la consecuente ocultación de pruebas no serán suficientes para que la policía investigue lo sucedido y llegue a personarse en el hogar familiar. Precisamente en este ámbito policial evolucionará la otra subtrama en la que el veterano general Mendoza y un joven agente llamado Domingo comenzarán la investigación de una extraña desaparición de todos los ocupantes de un autobús accidentado. Rápidamente, a la vez que de manera incomprensible, el sistema desviará la atención de los agentes para el caso del águila ejecutada, aunque el policía principiante no cesará en su intento de saber la verdad del asunto.
Lo curioso es que ambos agentes son apartados del caso en cuanto se comienza a descubrir el misterioso origen de las personas que habitaban ese convoy con destino a Manila; este podría destacarse como el punto de inflexión de esta Birdshot, una pieza que aúna para sí tanto intriga como una creciente carga dramática, basándose en el poder estético del terreno rural filipino. Es a este respecto donde la película adopta las cualidades de una carga visual dura, árida, con el tono preciosista del plano del realizador Mikhail Red, comprensible si se comprueba su pasado como director de fotografía. Y es que este aspecto estético se antoja como relevante en Birdshot, así como un lento desarrollo que corresponde al sosiego con el que se compone su discurso, aquí con una lectura crítica de fondo donde el sistema parece anteponer lo exquisito de una especie animal a la más que probable injusta e incomprensible muerte de una serie de personas. Red se surte de esto, además de pausada narración de extensos silencios y planos de auto-impostado refinamiento, para relatar con cierta sugerencia del fariseísmo moral, con un conjunto de personajes que llevados por ello acabarán sumidos en un hálito de trágico devenir.
Aún con sus puntos muertos y de ciertos manierismos en algunos de sus conceptos (como la predecible relación mentor novato de la pareja policial y sus consecuencias) la puesta en escena de Birdshot, a nivel de forma y fondo, es convincente, ayudando sobremanera el peso que se deja caer sobre el conjunto actoral: desde Arnold Reyes (el joven agente Mendoza), sosegado en un inicio para padecer un turbulento desarrollo como, rebelde a su domesticación del sistema, sobre quien recae la opresión de aquel que pretende una verdad incómoda; por otro lado destacará enormemente, en el cariz de personaje salvaje y fruto de los derroteros de su intra-universo, la joven Maya, interpretada por un sentido y emocionante trabajo de Mary Joy Apostol, para quien la película guarda un merecido protagonismo dramático en el tercio final de la cinta.
Birdshot supondrá una película con enorme interés para quien espere un thriller de tintes policiales superficiales, pero con ímpetu dramático en su trasfondo, apoyado no solo en un mensaje moral quizá demasiado evidente, pero cuya atmósfera de opresión y con cierta demencia acaba llevando por derroteros poco habituales para este tipo de tramas. Todo ello con el cruento soplo del suspense polvoriento, arropado por unas desérticas localizaciones de los alrededores de Manila que como viene siendo una constante en la cinematografía del país supondrá una seña identificativa que irá más allá de la mera ubicación de su trama.