Bille August… a examen

Cuatro jóvenes, una red amorosa entre ellos y los problemas familiares y personales que subyacen a cada uno conforman la base de Twist and Shout (Tro, håb og kærlighed, es decir, Fe, esperanza y amor), cuarto largometraje para cine de la prolífica carrera del cineasta Bille August. El hoy sesentero director danés, que estos días ha visto como su última obra Corazón silencioso (Stille hjerte) comenzaba a exhibirse en los cines españoles, estrenó en su país natal allá por 1984 una película que, en cierta manera, pretende alejarse del concepto de secuela respecto de Zappa, obra que nos mostraba la difícil infancia de Bjorn, uno de los protagonistas de la cinta que vamos a analizar aquí. Ambos films, junto con una tercera parte jamás llevada a cabo en el cine, están basados en la novela Når snerlen blomstrer (Cuando Snerlen florece), del escritor Bjarne Reuter, quien asimismo colabora con August en tareas de guión en esta película.

La obra nos sitúa en el año 1963. Es la época de la beatlemanía, de la idolatría a esos chavales llamados Paul, John, Ringo y George con los que los adolescentes movían las caderas a todo trapo y deseaban dejarse el pelo largo al ver cómo sus compañeras femeninas se sentían fuertemente atraídas por un grupo que no sólo sería clave en la historia de la música, sino que también tuvo moderada relevancia a la hora de entender el fenómeno de la revolución sexual. Cuatro también son los jóvenes a los que August dirige su mirada. Bjorn es un chaval bien parecido que se enamora a primera vista de Anna, una pelirroja que parece corresponder a tal sentimiento. El problema es que por medio se encuentra Kirsten, de familia rica, comportamiento bastante pijo y un profundo deseo porque Bjorn sea el hombre de su vida. Finalmente está Erik, el mejor amigo de Bjorn que también trata de entrar en esta dinámica amorosa cortejando a Anna, pero sus problemas familiares son una losa demasiado importante para él. Y es que en el hogar tiene que cuidar de su madre, que vive recluida al estar asolada por una extraña enfermedad, y soportar los enfados egocentristas de su padre, que mantiene un no menos anómalo comportamiento.

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Por tanto, con Twist and Shout estamos ante el embrión de la inquietud cinematográfica que moverá a August durante buena parte del resto de su filmografía: las relaciones románticas y familiares, los problemas que atañen a cada una de las dos por separado y cómo muchas veces una termina por absorber a la otra. Más en perspectiva, esta obra trata acerca de la dificultad de los hijos para salir de la atmósfera en la que les educan los padres y la inoperancia de éstos para elegir el destino de sus vástagos. Tal hecho queda bien demostrado en los dos personajes masculinos. Erik se ve incapacitado por la enfermedad de su madre y la represión de su padre para mantener la vida que como adolescente debería llevar, ni siquiera puede llevar una chica a su hogar. Mientras, Bjorn vive con la permanente presión de Anna para que se case con ella. Precisamente ésta es la que demuestra un comportamiento más cercano a la esfera de lo normal, ya que hace caso al propósito último que su familia espera de ella; contraer matrimonio con un buen partido. Al ser su carácter paralelo, en cierta manera, al de un personaje antagonista, queda claro lo que nos está diciendo August: los jóvenes por definición se muestran rebeldes, constituyendo la ausencia de esta rebeldía el síntoma de un comportamiento anómalo y no al revés.

Por encima de todo, lo que quiere transmitir August es que las personas pueden modelar sus comportamientos, pero es técnicamente imposible que cambien. Sería un error negar que en Twist and Shout o en la reciente Corazón silencioso los personajes no evolucionen a lo largo de los minutos, pero sería aún más catastrófico el afirmar que dicha evolución se da por cambios en su carácter y no por simples decisiones. ¿O acaso el Erik del final de la cinta es un tipo más seguro de sí mismo? ¿Acaso Bjorn es capaz de superar el mal trago que afronta a mitad de la película? ¿Realmente Kirsten acaba por aceptar la realidad? O, mirando a Corazón silencioso, ¿de verdad Sanne y Hedidi aceptan tanto en palabra como en espíritu el destino de su madre? La respuesta, en todos los casos, es negativa. August vive alejado de cualquier tipo de transformación radical en la esencia de sus personajes. El máximo ejemplo de esta teoría lo encontramos en el personaje del padre de Erik en Twist and Shout, cuya trama se cierra tal y como cualquier espectador habría imaginado al comienzo de la misma. El cineasta danés no piensa de un modo optimista ni pesimista, sino realista, por eso el balance entre alegría y tristeza está tan bien equilibrado en sus obras. Gracias al punto de sensibilidad con el que riega el relato (entendiendo tal concepto como huir de lo grotesco, cosa que sucede incluso en la escena clave de Anna, donde siempre huye del morbo fácil), dicha evolución puede ser lenta, para algunos hasta pesada, pero en ningún caso peca de ser irreal.

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Otro rasgo definitorio de Twist and Shout es el estilo narrativo clásico que August pone en práctica. En la cinta está claramente diferenciados introducción, nudo y desenlace. La primera parte deslumbra por una banda sonora apabullante, con temas de los Beatles y otros grandes temas de la época más algún Bach suelto, pero lo que llama la atención por encima de todo es esa colección de primeros planos que nos ofrece August y que sitúa a la perfección el tejido de relaciones amorosas que se establece entre sus personajes. Con una simple mirada basta para saber quién está interesado en quién. La fulgurante sucesión de acontecimientos del principio da paso a un ritmo bastante más sosegado en el resto de la película, reflejado también en una fotografía más contemplativa. Justo lo contrario sucede en Corazón silencioso, donde el inicio se convierte en una pura presentación de los personajes cuyo carácter explotará más tarde, aprovechándose de esa ligera tensión propiciada por el propio argumento. Por tanto, se notan claramente los 30 años que separan a ambos trabajos a la hora de comparar el estilo del director. No así sucede con sus inquietudes, que permanecen intactas.

Así, Twist and Shout cumple perfectamente con lo que pretende. Más allá de ciertos aspectos mejorables, como la ausencia de una mayor profundización en los problemas de la madre de Erik, auténtico catalizador del desarrollo argumental, la película alcanza sentido en todas y cada una de las escenas. August sabe dotar a su obra de un ritmo ágil que hace que sea muy difícil desechar algún momento de la cinta por parecernos inservible, lo cual tiene bastante mérito si tenemos en cuenta la preferencia del danés por huir de los cambios radicales en escenario o personajes. Twist and Shout es una parte importante en la carrera de un director que ha llevado el paso del tiempo con más o menos tino, aceptando encargos o desarrollando sus propias ideas, con Palmas de Oro o abucheos de la crítica, pero al que no se le puede reprochar el mantenerse fiel al último concepto que quiere enseñar en pantalla: la familia y el amor, dos ejes vitales en todo ser humano pero cuya naturaleza ha sido muchas veces tan mal tratada en el cine, inculcándoles de unos valores infantilmente absurdos, que hoy día incluso tenemos tendencia a clasificarlos como algo cursi. Por fortuna, August parece pensar lo contrario.

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