Dos personajes cruzan con cierto apuro el bosque; de repente, ella, reposa en el suelo mientras él la apremia; llegan a un caserón en mitad de la montaña sin un objetivo determinado; no sabemos si huyen de alguien, buscan algo concreto o sencillamente esperan poder pasar una noche bajo techo. Hugo Bousquet imprime una cierta sensación de pérdida, de desorientación a su ópera prima, una Beyond Here en la que no hay contexto ni motivación primera.
La sugerente exposición inicial describe a grandes rasgos una situación que se antoja efímera, quebradiza, y lo hace detallando cada paso a través de dos individuos cuyas prioridades parecen contrastar. La tensión de él choca frontalmente con la despreocupación de ella, pero Bousquet no emplea esos parámetros para sugerir, ni mucho menos, un conflicto. Más bien al contrario: describe un marco, una situación, otorgando así las bases de un debut que logra maximizar sus virtudes y hacer de la economía de recursos uno de sus puntos fuertes.
De este modo, el choque no deviene tal dado que Beyond Here prefiere jugar con las suspicacias generadas en un entorno de constante inquietud, del que no parece fácil huir o en el que no se antoja sencillo avanzar, pero ante el que es necesario crear ciertos estatutos; una maraña invisible que ambos personajes (re)interpretan a raíz de sus propias consideraciones, y es que por más que el cineasta belga nos presente a una pareja que parece buscar escapar de una tesitura que Bousquet define hábilmente —y de nuevo— con esa perspicacia y economía, el ambiente impulsado por cada uno parece radicalmente distinto: como si hubiesen vivido dos realidades que se nos escapan.
La virtud del debutante en ese contexto, es la de insinuar en lugar de subrayar, dar pequeñas pinceladas —o, en ocasiones, ni eso— para que el espectador realice su propia reconstrucción y llegue a un punto intermedio, en el cual el subtexto se antoja más importante a todas luces que el núcleo del relato en sí. Quizá por ese motivo pudiera resultar contradictoria la aparición de un tercer personaje, pero lo cierto es que Beyond Here encuentra en esa última figura el mecanismo necesario para continuar intensificando sus impulsos.
Lo que en un principio se antojan susceptibilidades, y más adelante una convivencia estrictamente necesaria, termina por derivar en una ambigüedad donde toda la crónica deslizada por el cineasta es resuelta con acierto. Aquello que podría suponer una presencia común, en cierto modo tópica y hasta tramposa si se quiere, funciona en el film al establecer una vía de incomunicación que precisamente resalta una suerte de proceso de animalización —apoyado por una banda sonora un tanto abrupta, incluso primitiva en cierto sentido— a través del cual seguir abordando una naturaleza humana tan inconcreta como confusa. Algo que incluso sus personajes dejan entrever de vez en cuando —como ese instante en el cual el personaje de Basile le comenta a Léa que cree que el recién llegado se está burlando de él en una situación de lo más corriente—, estableciendo así una senda en la que explorar esa particular atmósfera creada por Bousquet, que consigue capturar mediante planos cerrados una sensación de desorden a la que apela mediante circunstancias corrientes, que en ningún momento entablan el conflicto como modo de desarrollar un (des)encuentro tácito, pero consecuente.
Beyond Here rastrea con todo ello el terreno del drama psicológico, y lo hace con la modestia y certeza de saber cómo levantar un ejercicio estimulante, capaz de encontrar en sus soluciones la forma para desarrollar un relato que se refleja especialmente en aquello que no dice, y que incluso es capaz de encontrar en un arriesgado cierre la clave de un cine de voluntad tan férrea que no cabe otra opción que perderse en sus virtudes y elogiar su inquebrantable carácter.
Larga vida a la nueva carne.